El trabajo de Matías López (San Felipe, 1995) no podría estar más alejado de lo digital. Sin embargo, algunas personas confunden sus obras, realizadas con lápices y pinturas, con creaciones de inteligencia artificial. ¿Cómo podría una obra tan increíble ser hecha por un simple humano?, es quizá la pregunta que les ronda la cabeza. Pero, lo que deberían cuestionarse es más cercano a: ¿cómo podría una práctica tan humana en su creación y expresión, como el arte, ser hecha por IA?
Sea como sea, este chileno residente hoy en Santiago, crea sus animaciones mediante la técnica de la rotoscopia al óleo, es decir, pinta uno por uno los frames de los videos que recrea, llegando incluso a 12 pinturas por segundo, como hizo Aleksandr Petrov, autor de “Loving Vincent” (ganadora del Oscar a Mejor largometraje de animación en 2018).
El trabajo de Matías ha alcanzado reciente reconocimiento por su participación en el video “Pink Floyd” de Yung Beef, Cookie Soul y Pablo Chill-E y sus colaboraciones con 31 Minutos, instancias que ha buscado, pero también han llegado a él. “Le escribí al Tomás Alzamora, el director del video de ‘Pink Floyd’, ofreciéndole mi trabajo, porque encontraba muy épico ese junte. Fue muy wena onda, le gustó lo que hacía, lo propuso, y me incluyeron. Fue alucinante. En el caso del museo de 31 Minutos fue el grandísimo Francisco Schultz, coordinador general de la exposición y parte de la dirección creativa, quien me invitó a participar con las rotoscopias y un gran cuadro al óleo. Estoy muy agradecido de esa experiencia”.
Pero su éxito llegó a lugares impensados para él cuando comenzó a compartir sus recreaciones de videos virales chilenos. “Me encanta la tele antigua chilena, los memes y la cultura pop. Mi intención era principalmente pasarlo bien mientras exploraba la técnica y hacer una celebración del meme chileno porque creo que Chile es un país que tiene una grandísima cultura de internet, pop y memistica de la cual soy muy fan”. Y es que por allí partió, además, su pasión por el arte.
“Mi intención era principalmente pasarlo bien mientras exploraba la técnica y hacer una celebración del meme chileno”
Cuando Matías era un niño y su única responsabilidad era asistir al colegio, estudiar era lo que menos hacía. Ser un alumno destacado nunca fue lo suyo. Las clases le aburrían, no lograban captar su atención y terminaba distraído haciendo dibujos en las hojas destinadas a números y dictados. Una vez en casa, la mochila quedaba olvidada en una esquina y la tele lo mantenía obnubilado por horas.
“En vez de llegar a hacer las tareas, llegaba a ver el diario de Eva, Jersey Shore o algún programa donde se veían los Axe Bahía bailando o contando sus penas de amor . Vi muchas películas y series de animación durante toda esa etapa y me recuerdo muy chico viendo alguna de esas animaciones raras de MTV, pensando que me encantaría hacer algo así”.
Años más tarde, guiado por su gusto por el dibujo, entró a estudiar arquitectura, pero, tras un año de disgusto y malas notas, encontró lo que sería su verdadera pasión: el cine. Lo estudió durante un año en Chile y los 4 restantes con dos becas en Barcelona, especializándose en animación. Si bien sus ramos estaban enfocados en lo digital, su primer acercamiento a la rotoscopia fue un breve curso de animación experimental: “Hice una animación con óleo y dibujo, pero no logré enganchar con la técnica en ese momento”.
Al regresar a Chile, fue cuando Matías se enamoró de esa técnica. Le invitaron a participar en el rodaje de “Cuaderno de nombres”, un cortometraje de animación dirigido por Cristóbal León y Joaquín Cociña, que busca dejar constancia de los nombres de los menores de edad que fueron víctimas de la dictadura militar en Chile. Después de esto, Cristóbal lo invitó a colaborar en un videoclip. “Lo pasé demasiado bien, es uno de los mejores trabajos que he tenido. Su manera de trabajar me inspiró muchísimo a buscar mi propio lenguaje dentro de esta técnica”.
¿Y cómo es este lenguaje? Uno lleno de materialidades análogas como el óleo y las tintas que suelen resultar en algo “medio oscuro, psicodélico y quizás grotesco”, reconoce Matías sobre sus animaciones. Esto las vincula a las infancias, los traumas y al mundo onírico y esotérico, es decir, a lo oculto e incomprendido, lo que proviene de su crianza en el campo, rodeado de personas que contaban historias fantásticas, pero oscuras.
“Al principio me daba ansiedad recibir tantas notificaciones y comentarios. Aun se me hace extraño, pero me empiezo a acostumbrar”
En este camino, y retomando lo que más se conoce de su trabajo, Matías intuía que sus recreaciones de virales chilenos llegarían a más personas en redes sociales, pero jamás imaginó el nivel actual. Hoy cuenta con más de 25 mil seguidores en Instagram y sus videos rodean las 300 mil reproducciones, llegando incluso a 1,9 millones en su recreación de “El Tarro”. “Al principio me daba ansiedad recibir tantas notificaciones y comentarios. Aun se me hace extraño, pero me empiezo a acostumbrar y ya cada vez me gusta más conversar con la gente y leer lo que les parece mi trabajo”.
Por esta gran cantidad de personas a las que llega el trabajo de Matías es que, muchos que no le conocen tanto, piensan que usa la tecnología para generar las animaciones. Pero la realidad es que solo usa lo digital para unir sus pinturas y difundir su trabajo, prefiere los acabados imperfectos del trabajo “hecho a mano” y se siente incómodo frente a una pantalla.
“Es raro que confundan un proceso tan manual con imágenes creadas por una máquina, soy cero ‘computín’, me estresan los computadores, aunque a veces extraño el CTRL+Z. (Lo análogo) me gusta más en todos los sentidos, me acomoda mucho la libertad que entrega el formato, amo que sea hecho a mano y poder trabajar con lápices o pinturas en vez de una tableta digital o un mouse, me encanta la vibración de la imagen, la textura. La IA, en cuanto a la creación de imágenes, aún es un campo creativo emergente. A muchos artistas que buscan nuevas formas de expresión les ha servido como herramienta, pero la proliferación de imágenes creadas con esta tecnología, puede saturar nuestra idea de realidad y poner cada vez más en riesgo la verdad. No creo que los artistas sean reemplazables”.
“Es raro que confundan un proceso tan manual con imágenes creadas por una máquina, soy cero ‘computín’, me estresan los computadores, aunque a veces extraño el CTRL+Z”
Matías acaba de presentar su cortometraje, “Amarre” y sigue trabajando en varios proyectos en paralelo. “Vienen muchas colaboraciones bacanes en cortometrajes, videoclips y películas de las cuales aun no puedo hablar, pero estoy muy emocionado”. Además también está escribiendo una película de terror que empezará a animar el próximo año, un film hecho completamente con distintas técnicas análogas.
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