El lenguaje construye y refleja la realidad; la lengua tiene un gran valor simbólico. La forma en la que usamos los términos y como describimos aquello que nos rodea, no solo determina, sino que legitima nuestra interpretación y nuestras concepciones sobre lo que percibimos, leemos o consumimos. En español, la RAE define que el genérico es el masculino, por eso se suele decir que es sexista y patriarcal, pero son quienes lo hablan y las normas que lo rigen y lo estructuran, quienes realmente lo son. La sociedad lo es. La sociedad, a través del uso de la lengua, oculta lo femenino y lo convierte en la excepción. Y aquello que no se nombra, no existe, es invisible y, si se llega a considerar, siempre va por detrás, siempre va después.
Ella es músico, ella es ingeniero, ella es médico. Este androcentrismo sitúa al hombre –en masculino– en el centro de todo: en el lenguaje, toda persona es del género masculino hasta que se especifique lo contrario. Una discrminiación lingüística que opera definiendo al “varón” como el equivalente a “ser humano”, y lo masculino a lo “universal”. Si en un lugar hay mil mujeres y un hombre, ese grupo será, automáticamente, ELLOS.
Este fenómeno coloca lo femenino en un lugar provisional y actúa desde que nacemos y aprendemos a hablar (a usar el lenguaje), y durante toda nuestra vida, ocupando cada espacio y rincón de nuestro imaginario. Las niñas forman su identidad bajo esta exclusión, esa sensación de que deben esperar a ser nombradas y normadas de forma específica. Un mecanismo más de control, de apaciguamiento. Quédate callada, en segunda fila, no molestes, ni siquiera te van a nombrar.
El siguente paso es no asumir un género, desprendernos del binarismo, usar el lenguaje inclusivo y no binario en todas sus formas y sustituir el masculino genérico por sustantivos genéricos. Cambiar el lenguaje para cambiar nuestra realidad. Igual que nombrando algo, lo hacemos real, adoptando fórmulas y usos alternativos tanto escritos como orales, modificamos y desestabilizamos las estructuras, creamos un mundo más evolucionado, pensable y decible, para todas las personas.
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Fuente: Guía para la Revisión del Lenguaje desde la Perspectiva de Género, de Mercedes Bengoechea.