Cuando Charlotte Yonga (París, 1985) era pequeña no le gustaba posar delante de la cámara ante un monumento, prefería ser la persona detrás del lente, buscar lugares y documentarlos. Su maestra de primaria detectó ese “buen ojo” al revisar las fotos que había tomado con 10 años en una de las visitas a su familia emigrada desde Camerún a Estados Unidos.
“Recuerdo a mi tío François, un camerunés radicado en Oakland, que era ingeniero, y a su esposa sudafricana, llevándome a visitar el Golden Gate. Siempre me interrumpía cuando estaba haciendo fotos del paisaje o del puente para decirme: ‘¡No tiene sentido fotografiar todo eso sin nadie delante!’. Cuando posaba delante de un monumento y forzaba una sonrisa me sentía frustrada, yo quería ser la fotógrafa y no tomar fotos de turistas kitsch y cursis. Ahora me doy cuenta de lo importante que era para mi tío mostrarles a su familia y a su comunidad que él estaba allí, en América, cumpliendo su sueño de ‘éxito’”, cuenta la fotógrafa sobre estas primeras experiencias.
Crecer entre distintas culturas, sociedades y formas de pensar le llevó a presenciar muchas contradicciones y paradojas; su padre vivía precariamente en París mientras ella se criaba con la parte blanca de su familia en la campiña francesa. “Mi interés por las brechas culturales seguramente está relacionado con esto. Estar en medio de universos opuestos me ha llevado a ver las jerarquías humanas como algo absurdo, inadmisible y la noción de «objetividad» como muy cuestionable”.
“Estar en medio de universos opuestos me ha llevado a ver las jerarquías humanas como algo absurdo, inadmisible y la noción de ‘objetividad’ como muy cuestionable”
Así, Yonga tomó conciencia de la mirada Norte-Sur, de arriba hacia abajo y viceversa, y de todo aquello que este tránsito migratorio constante comporta, de los prejuicios y los filtros de color que impregnan nuestra mirada, nuestra existencia como espectadores y como personas que “pertenecemos” a este norte o a este sur. Estos conceptos atraviesan y son la base de su trabajo.
“Las fortalezas y vulnerabilidades que surgen de la deslocalización me interesan mucho. Y esto también incluye al espectador frente a la obra. Su percepción desde un ángulo personal, con sus propios orígenes y trayectoria. Estoy segura de que el color de la piel de los individuos retratados se percibe de manera diferente según el color de la piel del espectador, más allá del juicio, hay un proceso natural de proyección. Por eso quiero ser precisa cuando represento a los negros, como afrodescendiente lo tomo como una responsabilidad. Para mí es muy importante mostrar figuras racializadas, singulares, con su relieve y su profundidad, mostrar historias complejas, fuera de los estereotipos y caricaturas condescendientes y poco gratificantes que hemos visto demasiado. Los negros no son extras, ni fantasías, ni cotas, sino individualidades que encarnan infinitas experiencias y potencialidades, reales o ficticias”.
“Para mí es muy importante mostrar figuras racializadas, singulares, con su relieve y su profundidad, mostrar historias complejas, fuera de los estereotipos y caricaturas condescendientes y poco gratificantes que hemos visto demasiado”
En un viaje en bus por Barcelona, allá por 2019, Charlotte vio a los “manteros” o “top manta”, como se conoce a los vendedores ambulantes, en su mayoría subsaharianos, que ponen su “manta” en el suelo para poder exponer sus productos (falsificaciones de zapatillas, camisetas, bolsos…) y también recogerlos rápidamente si se acerca de policía. Comenzó un proyecto para fotografiarlos.
“Para mí era importante capturar los rostros de estos vendedores, no como inmigrantes ilegales, vulnerables o peligrosos, sino como conquistadores: atrevidos, heroicos, trabajadores meticulosos, verdaderos especialistas y profesionales de la moda. Son personas creativas con ideas, ambición, que dominan a la perfección el lenguaje del capitalismo y los códigos de estilo. También tomé algunas fotos de los objetos que venden porque para mí también hablan de ellos mismos, del cuidado que ponen en sus productos y paradas, en la precisión de las alineaciones. Todo eso ilustra un gusto por la estructura, un sentido de la estética, hay diseño, formas escultóricas, abstracciones…”.
El resultado es “Top Manta”, una serie de imágenes en las que Yonga aprovecha el poder de la fotografía y sus recursos formales (los ángulos, las composiciones, las relaciones entre piezas, etc.) para revertir la tendencia y re-equilibrar el prejuicio de la mirada externa o “norteña”.
“La fotografía es muy poderosa. Es fácil hacer creer al espectador en una realidad objetiva y orientar, construir o generar creencias e ideas con fines políticos o económicos. Las imágenes en los medios de comunicación que muestran a las comunidades de migrantes de los países del Sur retratan la miseria, la vulnerabilidad, la amenaza y el peligro. Esta visión negativa apunta a entidades ávidas de invadir los países occidentales, lo que contribuye a crear miedo y desconfianza y a considerar a estas comunidades moralmente inferiores».
«Las riquezas, los saberes, las motivaciones profundas de estas comunidades son la mayoría de las veces omitidas. Es muy importante para mí contrarrestar este tipo de representación. Quiero mostrar el empoderamiento, el coraje inmenso que no se puede negar. Traté los retratos de una manera bastante simple y sobria, pero el ángulo bajo, que podría verse como un artificio fotográfico, se elige para reforzar un efecto, para ser radical. De esta manera, los sujetos de las fotos adquieren altura y presencia, dominan, están ‘por encima’ del espectador. Están en un pedestal. Es mi forma simbólica de reequilibrar las cosas. Y, por supuesto, quería que estuvieran orgullosos de sí mismos, que se encontraran guapos y carismáticos”.
“Traté los retratos de una manera bastante simple y sobria, pero el ángulo bajo se elige para reforzar un efecto, para ser radical. Los sujetos de las fotos adquieren altura y presencia dominan, están ‘por encima’ del espectador. Están en un pedestal”
Para generar estas tomas, Yonga habló con cada persona y construyó un vínculo de confianza mutua, sin invadir los límites de su espacio vital. Ahora quiere continuar con este proyecto relacionándolo más con la moda y su industria, los métodos de venta y sus gustos estéticos en la ropa.
De este tipo de miradas horizontales también surgen proyectos como la marca “Top Manta”, que se apropia del nombre que la gente les da con un sentido un poco despectivo, para legalizar su práctica y darles la oportunidad de explorar su creatividad a través de productos, colaboraciones y sinergias con otros artistas.
Sigue a Charlotte en @charlotteyonga