Helena Minginowicz: La ternura y crudeza de un mundo efímero

El arte llega a nuestras vidas de diferentes maneras. Para algunos sirve como un escape de la realidad, para otros como una forma de plasmar lo que son, mientras que para Helena Minginowicz (Poznań, Polonia, 1984) este fue su primer lenguaje. La artista polaca pasó su infancia paseando en galerías artísticas y hojeando libros de pintura que años más tarde se convertirían en la primera inspiración de sus trabajos. 

Esta exposición temprana, y el posterior apoyo de sus padres, significó que Helena encontró la principal motivación para su obra desde muy pequeña: la ternura. Algo que sigue cultivando hasta hoy: «siempre me han atraído los seres delicados y pasados por alto. De niña, solía hacerme amiga de las orugas y ayudar a los caracoles a cruzar la calle con seguridad. El arte siempre ha sido mi lenguaje, nunca me ha fallado. Sigue siendo una necesidad natural».

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Es precisamente desde esta fijación en la delicadeza de donde nacen parte de sus fuentes creativas. Sus dibujos exploran el paso del tiempo y la sutileza de lo cotidiano de una manera única: mezclándolo con elementos que escapan de la normalidad a través de lienzos que retratan un mundo alterno. Es una mezcla entre lo crudo y lo real: creaciones autobiográficas que describen los pesares del siglo XXI.

La pérdida y lo efímero son parte importante de lo que Minginowicz quiere plasmar, por eso trabaja con la aerografía, sobre lo que para muchos serían desechos. Su intención es dar vida a objetos de un solo uso, razón por la que servilletas, bolsas plásticas o mascarillas se han convertido en el lienzo de sus últimas composiciones. “Mi trabajo busca tender un puente entre lo frágil y lo perdurable. Combino materiales efímeros y delicados con el peso visual de la pintura clásica, explorando esa tensión inevitable entre la belleza y su desgaste. Esa contradicción me conmueve profundamente.»

«Trabajar con materiales desechables es un gesto de ternura: una forma de abrazar lo frágil sabiendo que no durará. Hay algo profundamente humano en reconocer valor en lo que se desvanece. ¿Y si fueran justamente los momentos más efímeros los que encierran mayor significado? Tal vez no sea la permanencia la que da sentido, sino esa breve chispa antes de desaparecer.»

Foto por Rafał Owczarski.

"Trabajar con materiales desechables es un gesto de ternura: una forma de abrazar lo frágil sabiendo que no durará. Hay algo profundamente humano en reconocer valor en lo que se desvanece"

En el mundo de Minginowicz no existe una realidad común, sino muchas vivencias compartidas por la humanidad, pero con distintos trasfondos. Sus elementos favoritos son los animales y el ser humano, una yuxtaposición que combina de curiosas maneras. En sus dibujos, podemos ver una serie de caballos llorando, aves con caras humanas, dientes con forma de oveja y más.

Todos estas imágenes no son al azar, son una forma visceral de reflejar existencias que van más allá de lo humano: “los animales en mi obra nunca son solo animales. Son recipientes: símbolos, arquetipos, contenedores emocionales. Son narradores silenciosos que permiten decir cosas que una figura humana no siempre puede expresar. Son, a la vez, más íntimos y más libres. Cargan con una honestidad brutal”.

Muchas de las pinturas de la artista nacen de historias personales. Para ella, crear es también una forma de atravesar el dolor de la vida cotidiana y transformarlo en arte. Sus creaciones no son ficción, son representaciones de lo vivido. Experiencias de ella o de su círculo más cercano plasmadas de manera anónima: “mis obras son fragmentos autónomos de mí misma. Los personajes y escenas son profundamente íntimas. A menudo escondo secretos en mis obras; siempre ha sido el lugar más seguro para ellos”.

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"A menudo escondo secretos en mis obras; siempre ha sido el lugar más seguro para ellos"

Es en este mundo de secretos donde el cuerpo humano tiene un papel fundamental. En sus dibujos no vemos representaciones corporales completas, sino que fragmentos anónimos de caras, mandíbulas, pechos, entre otros. Son territorios fragmentados que muestran realidades personales que pueden ser entendidas por una audiencia global, algo que puede resultar más íntimo que un desnudo total.

“El cuerpo nunca es unidimensional. Una rodilla puede concentrar todo el peso del erotismo físico o del juego. Un pecho puede revelar nuestras identidades más íntimas y vulnerables. No siempre me interesa la figura completa. Me atraen más las partes que contienen tensión. La fragmentación me parece más honesta. Así es como experimentamos el cuerpo: a través del tacto, del dolor, de la incertidumbre. Pinto lo que resuena, no lo que encaja anatómicamente”.

A través de diferentes simbolismos, las composiciones de Helena Minginowicz nos hablan de lo frágil que es la existencia humana. Un terreno lleno metáforas, crudas y tiernas, que reflejan sus oscuras emociones y que ya se prepara para un nuevo capítulo: “estoy comenzando algo completamente nuevo, el tema que más me entusiasma en este momento es la debilidad, especialmente en el contexto de la naturaleza humana. Es en eso en lo que me quiero enfocar próximamente”. Una búsqueda de sentido que también se plasmará en nuevas obras de mayor tamaño que presentará en diferentes exposiciones planeadas a lo largo del 2025.

Conoce más del trabajo de Helena Minginowicz en su Instagram @santa__helena



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