Desde muy pequeño Thiago Dezan (Cuiabá, Brasil, 1990) ve todo distinto al resto. Cuando era niño e iba a la escuela le dijo a su profesora de arte que el mundo se iba a convertir en basura. Esto no era una visión pesimista, más bien una idea honesta y empática del entorno, que surgió de una sensibilidad especial, de una imaginación más amplia que le hace habitar los espacios y mundos que crea en su cabeza.
“Mi esencia –y, como consecuencia, la de mi trabajo–, es experimental y arenosa, ruidosa y granulada, oscura y vanguardista. He ido madurando desde que empecé y eso me ayuda a encontrar un término medio entre lo que yo quiero decir y la historia que voy a contar”.
A esta claridad casi de genio llegó después de una experiencia colectiva junto a unos amigos con quienes fundó una de las plataformas independientes más conocidas de Brasil, Ninja Media, a través de la que cubrían protestas y la violencia policial consecuente, todo a tiempo real. “Después de todo eso, el lobo solitario que hay en mí se apoderó de nuevo y decidí que hacer fotos era la mejor manera de contar las historias que quería, sin depender de nadie más”.
Aunque las historias sean de otro(s), Thiago genera su propia voz a través de ellas y les da un espacio para que “otra voz resuene” y llene el vacío con los temas que le parecen importantes. De este modo, logra involucrarse y sacar a la luz la verdad de cada historia. “El acto de fotografiar es mi forma de interactuar con el mundo, mi manera de expresarme a través de la historia de alguien. De este modo busco el sentido y el significado del mundo que veo a mi alrededor, las personas me ayudan a entender la sociedad y sus males. Se debe producir una mezcla entre tu creatividad, tu voluntad o tu deseo artístico, y las exigencias de una historia para ser contada. Al final, la historia manda y harás lo que ella diga”.
“Mi esencia –y, como consecuencia, la de mi trabajo–, es experimental y arenosa, ruidosa y granulada, oscura y vanguardista”
En este punto cabe plantearse si estas historias generan imágenes que pueden ayudar a resolver los problemas estructurales que hay detrás de ellas, o bien llegan a desensibilizarnos ante dichas situaciones.
“No creo que suceda necesariamente ni una cosa ni la otra. Fotografiar, como cualquier otra cosa en la vida, es algo complejo y hay varias formas de hacerlo. Depende de cómo interactúes con las personas y de cómo hagas las fotos, éstas se convertirán en un retrato de ti mismo y tu forma de ver el mundo; si eres sensible y empático eso se reflejará en tu foto, sea cual sea la historia que cuentes”.
“Una situación no comienza a suceder porque se hace una foto, sino que algo debe estar sucediendo ya previamente. Documentar una situación no mejora ni empeora el hecho, solo lo da a conocer. Lo que la sociedad haga con este conocimiento está fuera de las manos del fotógrafo, del cineasta o del reportero. En 1993, Kevin Carter tomó una foto de una niño desnutrida y lo culparon por esa situación, la cual era obviamente ajena a él. Incluso después de recibir un Pulitzer por la foto no pudo soportar la reacción violenta de la gente y se suicidó en el 94. Lo que muchos no saben es que la niño estaba en un centro de la ONU siendo alimentada y sobrevivió, aunque falleció más tarde en 2007”.
“Es fácil castigar y ‘matar al mensajero’, es más difícil tomar medidas reales y hacer algo más que señalar con el dedo. Sin embargo, es especialmente más difícil ponerse en peligro, estar lejos de casa, presenciar situaciones terribles, no poder dormir bien y cargar con el peso de saber de primera mano lo horrible que es este mundo”.
“Documentar una situación no mejora ni empeora el hecho, solo lo da a conocer. Lo que la sociedad haga con este conocimiento está fuera de las manos del fotógrafo”
De esta manera de ver su propia labor surgen proyectos como su fotolibro “When I Hear That Trumpet Sound”, acerca de “cómo es vivir en el continente americano y cómo la gente allá tiene que enfrentar problemas similares para poder sobrevivir”, o “Autodefensa”, su trabajo más reciente aún con nombre provisional, sobre los pueblos indígenas y agricultores de la región mexicana de Michoacán, quienes han tenido que organizarse y armarse para proteger sus tierras y sus familias contra los carteles de la droga, ante la desprotección del Estado. “Están librando una guerra contra una fuerza poderosa en nombre de su derecho a vivir de la manera que quieran. Eso es muy honorable y merece que mucha gente lo sepa”.
“Quería transmitir todo lo que vi a las personas que vieran mis fotos, pero de forma que encontraran dignidad en los ojos de quienes aparecen en ellas”
Otro de sus proyectos que llama la atención por la honestidad de cada retrato es “Stripped of Dignity”, el cual ya desde el título anuncia el problema real de las cárceles de El Salvador en las que se amontonan más de cien presos en celdas destinadas a no más de veinte personas. “El problema real detrás de esas rejas no es la violencia de las maras, sino la falta de alimentación e higiene adecuadas de los internos. “Quería transmitir todo lo que vi a las personas que vieran mis fotos, pero de forma que encontraran dignidad en los ojos de quienes aparecen en ellas, una dignidad que les está quitando el estado de El Salvador al no brindarles infraestructuras dignas”.
Sigue el trabajo de Thiago Dezan en su cuenta de Instagram.