Las primeras exploraciones artísticas –adolescentes– de Ismael Palma Téllez (Temuco, 1991) surgen de la escena muralista de la ciudad en la que creció, Villarrica, con exponentes de la disciplina como Maher o Alapinta. “El muralismo en aquellos años era un tema recurrente, sobre todo para los que recorríamos a pie la ciudad. Tomábamos distintas rutas y ahí estaban los murales acompañando, a veces los cambiaban y era toda una nueva experiencia”. Además, una profesora le hizo ver que dedicarse al arte era tan válido como apostar por cualquier otra carrera más tradicional.
Se fue a Santiago y, junto a otros artistas, arrendó un taller al que acudía “religiosamente” para reproducir a maestros del Barroco. En ese espacio descubrió esa chispa interior que le llevaba a pintar sin cuestionarse por qué. “Supe que había una inquietud en mí que compatibilizaba con mi capacidad de observación, se sentía como resolver algo importante”.
A medida que pintaba, maduraba su mirada y, desde hace poco más de un año, ya no diversifica tanto en los temas que pinta: “antes sentía que toda imagen tenía un potencial pictórico, pero mi idea actual se basa más en proponer una manera de pintar enfocada en cómo quiero que se vea el resultado, al contrario de ver qué pasa con tal y tal imagen sin un fin discursivo”, comenta.
“Mi idea actual se basa más en proponer una manera de pintar enfocada en cómo quiero que se vea el resultado”
“Todo lo que ronda la vida de un luchador, los sinsabores y el mismo hecho de volcar la vida a un deporte tan violento, es una idea que no termino de entender”
Antes de este giro hacia lo más conceptual y el alejamiento de los más “literal”, allá por 2017, Ismael conectó con las imágenes que veía al hojear revistas deportivas antiguas, especialmente las de boxeo. “Me interesaban las fotografías de estos archivos históricos, las limitaciones técnicas que cargan, los flashes reventados sobre cuerpos en movimiento, los fondos planos, los retoques a mano. Todos estos elementos, para quienes pintamos a partir de fotos, son suficiente para empezar a proponer algo interesante”.
Los rasgos y la fisonomía de un boxeador de la época eran unos muy concretos, sobre todo después de una pelea. Esos volúmenes y formas fruto de la violencia más reglada y, a la vez, más cruda, expresados en un lienzo, hacen surgir una magia visual un tanto inexplicable, atrayente. “Todo lo que ronda la vida de un luchador, los sinsabores y el mismo hecho de volcar la vida a un deporte tan violento, es una idea que no termino de entender. Ahí es donde creo, se conecta con la pintura y con el pintor, porque mucha de la preparación, el entrenamiento, sucede en esa soledad”.
Así, Palma crea sus pinturas a través de estímulos visuales, sin dejarse llevar por el texto, pero guiado por su intuición creativa, casi azarosa pero certera y basada en la práctica. El resultado es algo honesto, auténtico.
“Trate de lo que trate la pintura, más allá de temas o tópicos, es una declaración de principios. La manera en que trabajo es una demostración a mis pares de que aún es posible explorar e investigar nuevas maneras de manifestar imaginarios, es una invitación a seguir creyendo en nuestro presente desde las imágenes. Es vital escapar de las palabras, porque ordenan. Si creamos imágenes desde estímulos visuales, es ponernos en situaciones en las que no sabemos cómo responder, porque desconocemos eso nuevo que se nos presenta. Ahí es cuando tomamos o dejamos rastros de ese azar”.
“Trate de lo que trate la pintura, más allá de temas o tópicos, es una declaración de principios”
Una vez abandonada la etapa de los cuerpos sin rostro por ser enfático del “paso del tiempo”, según comenta, Ismael encontró en todo lo contrario (pintar caras reconocibles), algo más elocuente. “Desde entonces, muestro gestos, deformaciones o cuerpos abatidos, rayando el impacto del boxeo en el cuerpo. Ese desgaste que para algunos es espectáculo, para otros son lesiones, heridas y sangramientos. El boxeo encarna la violencia de estar vivos y la conduce para que entendamos que la mediamos a diario a través de nuestros propios cuerpos”.
Convertir el papel de una revista antigua en un óleo intenta “torcerle la mano” a las limitaciones propias del medio impreso. “Es reivindicar desde la pintura aquellos relatos más cercanos a las derrotas que a las victorias”, cuenta Ismael reflexionando sobre las imágenes que toma como referencia.
Actualmente, está explorando nuevos medios, como la creación de objetos tridimensionales: “Siempre me han gustado los volúmenes y creo que es un buen momento para echar a andar aquellas inquietudes que postergas una y otra vez”. Puedes seguir su trabajo en @isma.elismael