En plena pandemia, los actores británicos Sam Crane y Mark Oosterveen encontraron una grieta en la realidad dentro de Grand Theft Auto V. En ese mundo de fantasía, donde la vida seguía como si nada hubiese cambiado, decidieron habitar ese espacio a modo de distracción y escape. En un contexto de precarización laboral y múltiples despidos, que afectaron especialmente a artistas y creativos, paralizando la mayoría de sus labores, surgió una idea inesperada entre ellos: ¿por qué no llevar una de las grandes obras de teatro al paisaje virtual? ¿Pueden las historias antiguas encontrar sentido en la era digital?
Así, lo que comenzó como una simple distracción pandémica terminó convirtiéndose en la primera representación completa de una obra de teatro dentro de un videojuego, un proceso documentado en Grand Theft Hamlet, dirigido por Pinny Grylls y Crane.
El documental nos devuelve a esos días en los que la ficción virtual era uno de los pocos refugios. La idea de actuar dentro de un videojuego nació espontáneamente, pero pronto atrajo a más y más personas: chefs, trabajadores del retail, locutores de radio, gente que, de un día para otro, se quedó sin empleo en la “vida real”. También se sumaron gamers, aunque Grand Theft Hamlet no es solo para quienes juegan a diario, sino para quienes, en plena pandemia, buscaron nuevas formas de socialización en un universo característico donde el humor, las reflexiones y el existencialismo encontraron lugar dentro de los paisajes hiperrealistas de Los Santos como telón de fondo.
Los avatares de Sam y Mark en GTA comenzaron con audiciones y, una vez formado el elenco, empezaron a ensayar Hamlet, una obra sobre la venganza, la traición, el poder y la duda existencial, en un mundo digital donde la muerte y la destrucción son la norma.
La película muestra cómo la tecnología permitió sostenernos en medio del desastre, de cómo, cuando el mundo se detuvo, el teatro y la performatividad encontraron una nueva manera de existir, incluso en el caos de un videojuego que no era tan distinto a la realidad que vivíamos con el Covid-19. En medio de la violencia de Los Santos, las risas y conversaciones cotidianas se cuelan entre el lenguaje digital del juego y los diálogos clásicos de Hamlet, resonando en la vida íntima de los actores.
En GTA, cosas tan simples como caminar, manejar largas distancias, abrazarse o hablar con desconocidos eran, en la vida real, imposibles. Pero aquí se abría una puerta a ese mundo lejano. En ese paisaje tecnológico, recitar versos poéticos se convirtió en una forma de distracción, mientras se filtraban conversaciones de la vida real de los jugadores. Los diálogos de Hamlet se mezclaban con la estética del videojuego, y el resultado era un absurdo perfecto.
Cuando la pandemia terminó y la gente volvió a sus trabajos “reales”, la obra quedó plasmada en una serie de interrogantes. ¿Qué sentido tenía seguir? ¿Para qué hacerlo si ya no había encierro ni desesperación?
Grand Theft Hamlet no es una historia de decadencia, sino un recordatorio de que la creatividad encuentra grietas donde menos lo esperamos.
Shakespeare, que ha trascendido siglos y formatos, sigue cobrando vida, incluso dentro de un videojuego donde el peligro y la imprevisibilidad son parte del paisaje. Una obra dentro de un mundo digital que, por un momento, se sintió más real que la realidad.
Mira la película completa en MUBI aquí.



