¿Qué es el arte? ¿Qué significa ser artista? Estas preguntas han sido una constante a lo largo de la historia y todavía hoy no podemos contestarlas con asertividad sin que aparezcan decenas de acepciones, casi una por persona, y sin asumir que son conceptos que mutan continuamente.
En Chile, estos cuestionamientos son de gran relevancia, ya que, históricamente, las disciplinas artísticas han sido asociadas, tanto en su producción como en su consumo, a una élite, despojando del derecho de expresar su creatividad (e ideales y realidades de todo tipo), a un gran porcentaje de la población. Teniendo en cuenta que la creación de algo, sea lo que sea, implica sumergirse con cierto grado de profundidad en capas ocultas del propio subconsciente para explorar el mundo de las ideas, y tener el tiempo y espacio para hacerlo, es lógico que muchas personas tengan el potencial pero no la oportunidad de hacerlo.
En el caso del santiaguino Temet (1997), a pesar de no tener ningún contacto ni referente artístico más que el de los persas y las ferias que recorría con su tío, quien tenía una tienda de vinilos y libros antiguos, esta exploración llegó motivada por un instinto, casi obsesivo, de observarlo y querer entenderlo todo.
“Cuando era chico nunca conocí a alguien que se dedicara a eso como te lo muestran en la tele, un profesional del área. Lo que sí que me influyó fue observarlo todo, los barrios donde vivía y estaba, las personas, todo lo que ocurría en el día a día, escuchar a las personas… […] Me quedaba pegado con lugares, revistas, películas, programas de tele, con cualquier cosa. Cuando salía a la calle era una locura porque había demasiada información, la ropa distinta, los colores, las personas que se convertían en personajes… Siempre me gustó mirarlo todo y tratar de entender porque las cosas ocupaban su lugar. Dedicaba y dedico mucho tiempo a observar”, recuerda Temet.
“SIEMPRE ME GUSTÓ MIRARLO TODO Y TRATAR DE ENTENDER PORQUE LAS COSAS OCUPABAN SU LUGAR. DEDICABA Y DEDICO MUCHO TIEMPO A OBSERVAR”
A los 18 años se fue a vivir a Punta Arenas, donde no conocía a nadie; no tenía ningún plan más que el de estar solo y darse cuenta de lo que realmente le gustaba hacer. Allí descubrió, mejor dicho se descubrió como Temet, dejó el basket de lado, un deporte que le venía de familia y había practicado durante años, y la creación se convirtió en su prioridad.
“Me acuerdo que busqué en Google, ‘cómo ser artista visual’ y aparecían pintores, escultores, fotógrafos o diseñadores. Todo era muy profesional para mí, yo no sabía como hacer las ‘cosas de artista’. Hay mucha presión del mismo mundo ‘creativo’ hacia las personas que quieren serlo, y no saben cómo […] Allí apareció Temet, que significa ‘conócete a ti mismo’ y ahí fue que pensé que ese nombre me permitiría ir haciendo cosas, conocerme, aprender, y que estaría todo bien”.
Y desde entonces, bajo ese nombre, ha estado trabajando en la reinvención, la deconstrucción, la destrucción y la construcción de un nuevo paradigma, no como algo opuesto de la norma, sino como una nueva vía que no se encuentre en el “afuera”, sino que establezca cuestionamientos que van más allá del arte y la moda.
“Es momento de inventar otro paradigma, de quemarlo todo y volver a empezar. La destrucción es parte fundamental de la creación, si no podemos cambiar o destruir los paradigmas o volver a empezar, no vamos a poder seguir creando. Mi motor es que siempre hay algo que hacer, y si no hay, lo destruyo para hacerlo de nuevo, porque nunca va a quedar igual, siempre va a haber un avance. Debemos interpretar el pasado, vivir el presente y, de alguna forma, ver el futuro. Saber menos para poder aprender más”.
“SI NO PODEMOS CAMBIAR O DESTRUIR LOS PARADIGMAS O VOLVER A EMPEZAR, NO VAMOS A PODER SEGUIR CREANDO”
Después de décadas, siglos, de colocar el arte en un pedestal y repartir el título de artista en base a criterios académicos, se requiere un cambio de mentalidad en el que la creatividad sea un valor aplicable a la vida, al prisma que utilizamos para leer la realidad. “Mi destrucción es constante y va de la mano de la interpretación y el cuestionamiento de las cosas que voy viendo y van pasando […] Si algo siempre fue rojo, me gustaría que ahora fuera verde, solo para que pase algo distinto. El lugar que me gustaría ocupar es el de poner en evidencia esas costumbres y conductas pasadas y el de demostrar que las cosas pueden ser diferentes y no pasa nada”, afirma Temet.
En Chile, actualmente, las disciplinas artísticas están forzadas a adentrarse en un modelo de negocio, a gustar, a vender. La persona detrás de una obra debe proyectar una imagen comercial y difícilmente esto cambiará. “Muy pocos construyen su obra para poder explicar algo, criticar algo, mostrar que estamos vivos y que pasan cosas”, comenta Temet, y continua, “además, hay un doble discurso; la gente va de vacaciones al extranjero y dice que vio artistas increíbles en las calles, graffitis bonitos, pero cuando los ven acá en Chile, los critican, porque creen que lo único que se tiene que hacer en Chile es trabajar y que en el extranjero se puede hacer arte”.
¿Hay esperanza? “Estamos en un nuevo inicio en nuestro país: hay muchos artistas, diseñadores, creativos,… personas, en general, en Chile que lograron avanzar en la destrucción de los estereotipos, es el momento de romperlos definitivamente. Tenemos la oportunidad de hacer cosas, de deconstruir, destruir y construir, de ponerle un nuevo nombre a todo”.
Puedes revisar el nuevo proyecto de Temet en TM, una “extensión” de él mismo, donde irá lanzando colecciones y obras periódicamente.