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Emily Yong Beck: de la ternura a la subversión

En un ejercicio de nostalgia por su niñez, Emily Yong Beck (Daegu, Corea del Sur, 1999) atraviesa una serie de cuestionamientos sobre la herencia colonial de la posguerra en países como Japón y Estados Unidos. La artista nos comenta que fue criada en una cultura militar, lo que la llevó a mudarse constantemente a diferentes partes del mundo; sin embargo, regresaba con frecuencia a Corea del Sur con su madre, donde trataban de permanecer el mayor tiempo posible. Así, desde su infancia se fueron generando cruces entre varias culturas que la moldearon: la propaganda norteamericana, plástica, hegemónica y capitalista, frente a la artesanía coreana, con sus técnicas tradicionales de cerámica y la creciente estética “kawaii”.

“Mi interés por la propaganda se centró principalmente en examinar los medios dirigidos a niños y a las masas, que son fácilmente digeribles—de ahí mi fascinación por los dibujos animados. Históricamente, Disney y Looney Tunes produjeron cortometrajes pro-militares y nacionalistas en tiempos de guerra. La mayoría de estos dibujos animados fueron financiados por el gobierno estadounidense, lo que demuestra que el conocimiento de los dibujos animados y el humor puede ser peligrosamente poderoso al transmitir un mensaje. Aunque algunos de estos dibujos animados pueden verse como propaganda, otros funcionan de manera más encubierta, entregando retórica a consumidores desprevenidos”. 

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Beck entra a la universidad con el objetivo de ser pintora; sin embargo, rápidamente regresa a este medio tradicional buscando que el proceso de creación fuera más orgánico y agradable. “Nunca he sido una perfeccionista, lo que influye en mi trabajo. Siento que cae en el terreno de la ‘artesanía descuidada’ (‘Sloppy Craft’)”, comenta. La artista comienza a explorar la manera en que la cerámica le permite generar un lenguaje nuevo que le permite criticar directamente la hegemonía y los mensajes ocultos en personajes a primera mirada inofensivos como Mickey Mouse, que, si bien es un ícono de la cultura estadounidense, también representa un modelo imperialista, como se muestra en el cortometraje de 1934 Evil Mickey Mouse Attacks Japan, explica la artista.

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“Nunca he sido una perfeccionista, lo que influye en mi trabajo. Siento que cae en el terreno de la ‘artesanía descuidada’ ('Sloppy Craft')”

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La artista lleva esta misma lógica del poder a la estética kawaii japonesa, pues, en sus esculturas con efectos de derretimiento y fusión, hace alusión a cómo la «cultura kawaii» tiene el poder de transformar el imaginario de todo un país y ayudar en la aceptación global de crímenes de guerra olvidados. Emily comenta que hacer cerámica con personajes y recipientes inspirados en Corea es su propia forma de lidiar con la herencia y la nostalgia de los dibujos animados que fueron cruciales durante su infancia.

“El anime posguerra, como Astro Boy, que presenta héroes tiernos, pavimentó el camino para que Japón se ´rebrandeara´completamente de un país militarista a uno inofensivo, conquistando globalmente a través del poder blando. Después de Astro Boy vinieron caras como Doraemon, Sailor Moon, Pokémon y el gigante Sanrio. Traduje muchos de estos rostros familiares de Japón a vasos inspirados en la cerámica tradicional coreana de manera inmediata y casi grotesca para alertar al espectador a preguntarse sobre la relación entre ambos”. 

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"Traduje muchos de estos rostros familiares de Japón a vasos inspirados en la cerámica tradicional coreana de manera inmediata y casi grotesca para alertar al espectador a preguntarse sobre la relación entre ambos”

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Para Beck, estos descubrimientos generan una sensibilidad que se transforma en una urgencia por crear cerámica y hacer obras que reconozcan la historia del material. La artista establece que es importante arrojar luz sobre la temática de la eliminación histórica producida por muchas imágenes percibidas como inofensivas, como las caricaturas infantiles. Con su trabajo, Beck busca animar a otros a aplicar la misma crítica a todas las imágenes que se nos alienta a consumir, tanto de niños como de adultos.

En paralelo a su obra teórica de cerámica, la artista dirige un taller propio en el que trabaja diariamente en sus piezas y también da clases a niños. Beck nos comenta que siente una fascinación por la soltura de los niños: “Enseñarles cerámica me mantiene emocionada con el medio. Estar cerca de ellos es increíble porque son extremadamente creativos, ya que aún no han sido condicionados para ser de cierta manera. Son libres de ser espontáneos y hacer lo que quieran con el material y con sus creaciones”, comenta. Además, en este espacio de taller, tiene momentos íntimos de creación, sobre todo haciendo coiling (hacer vasijas enrolladas): “Cuando estoy haciendo esto, puedo apagar completamente mi cerebro y perderme en el proceso”.

Emily afirma que es la naturaleza verdaderamente universal e intuitiva de la cerámica lo que realmente adora y en lo que se sumerge al crear. 

“El proceso de hacer cerámica es tumultuoso, ya que puede salir mal en cualquier etapa; el creador realmente tiene poco control. Para la mayoría de las personas, este es un aspecto frustrante de la cerámica; sin embargo, a mí es lo que más me gusta. Debido a que nunca he sido perfeccionista, todo lo que sale mal durante el proceso siempre ha sido fácil de abrazar. Nunca tengo una imagen concreta ni un plan antes de crear una pieza”.

“El proceso de hacer cerámica es tumultuoso, ya que puede salir mal en cualquier etapa; el creador realmente tiene poco control. Para la mayoría de las personas, este es un aspecto frustrante de la cerámica; sin embargo, a mí es lo que más me gusta”

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Que la naturaleza desordenada de su trabajo sugiera algo al espectador es una de las aspiraciones de la artista. Es en esa contemplación de sus piezas donde podemos empezar a cuestionarnos si estos personajes, que aún habitan en el imaginario de nuestra infancia, tienen un discurso diferente al que se nos indica. El universo de Beck es una navegación por un espacio yuxtapuesto de imágenes «tiernas» o «acogedoras» que, al mismo tiempo, se cruzan con críticas al colonialismo y al imperialismo instaurados.

La forma rápida y casi grotesca en que construyo creó un nivel de igualdad para que los mensajes de las vasijas cerámicas y la ternura coexistan. Intentar representar a los personajes de una forma rara, inquietante, idealmente haría que el espectador se involucrara de una manera positiva o negativa. Realmente solo trato de provocar alguna respuesta de mi trabajo”. 

Conoce más de su trabajo en @emilyyongbeck 

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