Inspirada por los objetos y porcelanas del barrio Franklin, Paula Medina López (Santiago, 1994), pintora, comienza a dar vida a diversos seres que se esconden entre nosotros. Estos personajes, surgidos de antiguas piezas domésticas, habitan en barrios olvidados de la ciudad y en las mudanzas de los vecinos. Paula los recupera y, utilizando el óleo, los devuelve a la memoria, recuperando las historias y emociones que estos objetos llevan consigo.
La artista recuerda que pintó por primera vez a los 10 años, en una artesanía de greda. En su niñez y adolescencia continuó tomando cursos y talleres, hasta finalmente fascinarse por el óleo, encontrando un nuevo oficio al terminar sus estudios de arquitectura.
«Esta experiencia fue crucial no solo por la técnica adquirida, sino también por el hecho de conocer que existía otro camino distinto al que me había trazado en un principio como arquitecta recién titulada. Ese pensamiento me llenó de emoción. Luego de la formación en óleo, se desencadenaron una serie de eventos que me llevaron a dedicarme de lleno a la práctica como pintora, desde renunciar a un trabajo estandarizado hasta tener mi propio taller”.
Paula inició un viaje que emparenta su obra con recuerdos autobiográficos, mayormente centrados en su niñez: «Desde la alegría, pasando por la nostalgia, hasta el miedo … esas sensaciones son una fuente de inspiración para mi versión adulta que crea imágenes para la niña que fui«.
Su interés por la pintura nació principalmente por la técnica, las luces, sombras, texturas y sensaciones que permite el óleo. Comenzó retratando a distintos familiares e inspirándose de distintos pintores clásicos como Goya, Caravaggio y Velázquez. Sin embargo, rápidamente se vio en una disyuntiva luego de culminar su etapa formativa.
«Me enfrenté al silencio de no saber qué pintar. ¿Qué temas me interesaban? ¿De qué quería hablar? ¿Cuáles eran mis modelos? Intuitivamente me acerqué a los objetos, encontrando en ellos el desafío del realismo. Creo también que son un lenguaje universal con el que puedo comunicar emociones y generar lugares comunes que toquen la sensibilidad colectiva que me interesa».
“ –Los objetos– son un lenguaje universal con el que puedo comunicar emociones y generar lugares comunes que toquen la sensibilidad colectiva"
Es así como un día, en el antejardín de un vecino que regalaba objetos, halló una delicada pieza de porcelana. «Inmediatamente pensé en lo entretenido que sería intentar traducir esos brillos al lenguaje pictórico.» Así, la artista pensó inmediatamente en comenzar una búsqueda de objetos de este estilo por el barrio Franklin y en la posibilidad de trasladarlos a la tela.
«Fue una verdadera pesca milagrosa (…) Quise buscar personajes interesantes que pudieran contar una historia. Me incliné por lo humanoide y lo que remitiera a ambientes domésticos (animales, tazas, etc.) para crear una atmósfera que evocara el hogar«.
En el acto de recolección, Paula, durante sus paseos por Franklin, comenzó a imaginar y traer a la memoria la trayectoria de aquellos objetos y sus dueños, bosquejando aquellas historias olvidadas sobre el lienzo en una atmósfera nostálgica cargada de misticismo. De aquí surge su serie «Objetos Perdidos».
«Estos objetos, que llegaron a mí sin una lógica aparente, me transmitieron las cargas y emociones de sus antiguos poseedores. Al retratarlos, rescaté sus memorias. Pensar en esa cadena de traspasos me permitió abrir la reflexión hacia la energía que cargan las cosas y la necesidad humana de proyectarnos sobre nuestros propios objetos».
“Me permitió abrir la reflexión hacia la energía que cargan las cosas y la necesidad humana de proyectarnos"
Paula nos comenta que, al inicio, su proceso de creación era totalmente intuitivo. La elección de modelos, la composición y la paleta de color surgían como pulsiones, sin una narrativa definida, explorando únicamente las sensaciones que podía generar a través del hacer y de ese acto de presencia que implica pintar. Con el tiempo, esa espontaneidad resultó ser clave, nos comenta la artista, ya que, una vez plasmadas, aquellas pulsiones cobraron sentido y la historia comenzaba a emerger por sí misma.
También, los objetos están pintados desde distintos ángulos, generando una serie de sombras y contrastes en ellas que cargan un simbolismo especial.
«La sombra para mí es el doppelgänger de las figuras, el doble malvado que amenaza la escena: la sombra, en contraposición con la dureza y definición de la porcelana, es vaporosa y etérea, lo que sumerge a los personajes en un ambiente onírico y ambiguo, hasta peligroso”.
«Ser humano es una experiencia tremendamente compleja y llena de matices; todos nos movemos en ese espectro entre la luz y la oscuridad. Esta idea me inspira y la busco en cada cuadro».
Finalmente, Paula nos comenta que desea seguir trabajando en esta serie, pero proponiendo algunas exploraciones nuevas: «En esta nueva serie me he propuesto desarrollar escenas en donde estos personajes se accionan, interactúan y se tensan. Es el universo en donde ellos pueden ser realmente quienes son y nos muestran la grieta de la realidad en donde viven”.
Conoce más de su trabajo en @porpaulamedina
