Con apenas 13.000 habitantes, Bahía Solano es uno de los destinos turísticos más populares de la costa del Pacífico colombiano, todo un paraíso de postal: playas de ensueño, ruta de ballenas jorobadas en busca de aguas cálidas y un mar que despliega todos los tonos de azul. Un aviso publicitario la describe como un «territorio pequeño, pero lleno de encantos y gran belleza».
Sin embargo, detrás de esa fachada idílica, se oculta una dimensión violenta. Bahía Solano está ubicada en las rutas hacia Panamá y, por eso, se ha convertido en un lugar clave para distintas bandas criminales que buscan dominar este territorio estratégico para el comercio de personas y el contrabando de drogas hacia Centroamérica.
Este es también el escenario en el que se desarrolla la narrativa del fotolibro “El pez muere por la boca” (Raya Editorial y Matiz Editorial), del fotógrafo Santiago Escobar-Jaramillo (Manizales,1979) quien no es ajeno al lugar. Santiago ha visitado Bahía Solano durante años junto a su padre, hermanos y primos en viajes de pesca deportiva hasta que, allá por 2016, un lanchero apodado «Ñato» les contó que de vez en cuando aparecían «pacas» de droga (empaquetada y lista para su distribución y venta), flotando en el mar. Esa es la «pesca blanca», un ejercicio riesgoso que consiste en recolectar estos paquetes para luego venderlos a los narcos.
“Los narcos utilizan lanchas rápidas para transportar cargamentos de drogas y, cuando son interceptadas por la Armada colombiana, arrojan las ‘pacas’ al mar para hacer la embarcación más liviana y así facilitar su huida. La pesca blanca surge cuando los pescadores artesanales recogen estos paquetes de droga a la deriva y la venden a los narcos en varios millones, una venta que puede equivaler al salario de un año para los pescadores. Esta práctica es peligrosa, porque hay veces en que los narcos asesinan o hacen desaparecer a estas personas. Este dinero extra y violencias, terminan afectando la realidad social de las comunidades locales”.
“La pesca blanca surge cuando los pescadores artesanales recogen estos paquetes de droga a la deriva y la venden a los narcos en varios millones”
La consecuencia de esto es que la pesca artesanal, vital para muchas comunidades, ha sido corrompida por el narcotráfico, que ofrece grandes sumas de dinero a cambio de la recolección de droga en el mar.La «pesca blanca» pone en riesgo no solo las vidas de los pescadores, sino también su identidad cultural.
«La situación en la zona es complicada, ya que el dinero obtenido de la venta de pacas puede traducirse en bienes materiales como un motor nuevo, una fiesta excesiva, terminar la construcción de una casa o pagar deudas. Muchas personas arriesgan sus vidas y las de sus familias por estas oportunidades, pero no todas. También hay quienes eligen una vida honesta y se resisten, continuando con la pesca artesanal, a pesar de que apenas les permite vivir dignamente. Es un tema que divide a la comunidad, y me parece importante mostrar ambas caras de la historia».
“Hay quienes eligen una vida honesta y se resisten, continuando con la pesca artesanal, a pesar de que apenas les permite vivir dignamente”
Esta realidad soterrada que emana del narco es (casi) imposible de fotografiar, e incluso de documentar en otros medios, porque adentrarse en estos grupos armados, sin ley, en alta mar, donde ocurren las acciones clandestinas, es demasiado peligroso. Ante esto, Santiago se preguntó: ¿Cómo puedo contar esta historia? Y la respuesta que encontró fue hacerlo a través de las distintas posibilidades creativas que ofrece la categoría de documental expandido.
“El tema es muy denso y riesgoso para documentarlo de forma clásica, por lo que decidí expandirlo desde la puesta en escena, desde lo performativo, y explorar el arte como una forma de catarsis emocional, una experiencia que resultó muy significativa. Así, invité a la comunidad a colaborar activamente en la construcción de las imágenes mediante un método de fotografía participativa, donde trabajamos sobre la resistencia y resiliencia en diversas puestas en escena. Por ejemplo, convoqué a personas con y sin vínculo con el narcotráfico y les pedí que cubrieran sus rostros con ‘pescueceras’ (o capuchas) para ocultar su identidad. De esta manera, logré representar a víctimas y victimarios sin exponerlos”.
A través de este proyecto, Escobar-Jaramillo visibiliza la resistencia de estas comunidades y su capacidad para mantener sus tradiciones ante la creciente influencia del narcotráfico, destacando una postura crítica frente a los desafíos de la globalización y el capitalismo.
“La resistencia de la comunidad se refleja en el proyecto a través de la valorización de su cultura: su arquitectura, costumbres, gastronomía, estética e incluso su turismo. Sin embargo, el narcotráfico, con el dinero fácil que genera, pone en riesgo este patrimonio cultural, ya que muchas personas optan por abandonar sus tradiciones en busca de riqueza, características del capitalismo y la globalización. Revalorizar la cultura y no sucumbir a las tentaciones del narcotráfico es un acto resiliente que protege la identidad comunitaria, y fomenta una distancia crítica ante esta situación».
“Revalorizar la cultura y no sucumbir a las tentaciones del narcotráfico es un acto resiliente que protege la identidad comunitaria”
Santiago es arquitecto de profesión, por eso, en la puesta en valor de prácticas interdisciplinares presentes en el proyecto, lo hace emanar de esta disciplina: habitar el espacio, explorar los materiales, sus usos y sus formas. Todo este conocimiento se cruza con la fotografía documental expandida, la cual integra diversas disciplinas y medios como la performance, el cine y las artes visuales para ampliar la narrativa y explorar nuevas formas de representar realidades complejas. De esta manera, se explora el montaje y la configuración transmedia del proyecto, lo que refuerza y enriquece su dimensión narrativa.
“La fotografía documental expandida combina diversas técnicas y medios para representar realidades complejas, integrando elementos como la performance y el video, lo que enriquece la narrativa visual. Este campo en continuo crecimiento, sin bordes ni límites, se expande hacia otras ciencias, metodologías y estéticas, permitiendo contar historias de manera más rica, inclusiva y divergente a través de internet, redes sociales, música y video. Me parece fundamental narrar utilizando capas, recursos mixtos y formatos transmediales, ya que hoy nos comunicamos a través de múltiples plataformas. Esto no implica renunciar a la materialidad y el contacto físico; el fotolibro, como objeto participativo, táctil y visualmente atractivo, conecta con nuevas y antiguas generaciones”.
“Me parece fundamental narrar utilizando capas, recursos mixtos y formatos transmediales, ya que hoy nos comunicamos a través de múltiples plataformas”
En la actualidad, “El pez muere por la boca” se encuentra circulando por diferentes ferias y festivales vinculados al fotolibro, al mismo tiempo que trabaja en la publicación del fotolibro “Darién” (Raya Editorial), del fotógrafo Federico Rios Escobar, propuesta que documenta el arduo y peligroso trayecto de migrantes cruzando el Tapón del Darién en busca del sueño americano.