Trajes espaciales, animales en peligro de extinción y utilería envuelven el camino incipiente pero prometedor del ceramista Andrés Sepúlveda (Antofagasta, 1991). Creció en Pudahuel y su primer acercamiento a la cerámica fue en su infancia, en la escuela del barrio, cuando les dieron greda para modelar en clases. “Inspirado por la película La máscara, moldeé una réplica con la esperanza de que tuviera algún poder especial. Sin embargo, no volví a pensar en la cerámica como material de creación hasta muchos años después”.
Andrés nos cuenta que desde niño le fascinaban las imágenes de arte prehistórico de un libro de ciencias naturales, especialmente la escultura de Venus de Willendorf. Sin embargo, nunca tuvo referencias artísticas en su entorno, por lo que su interés por la greda creció de manera autodidacta, impulsado más por la curiosidad y por la forma en que los humanos han buscado trascender a través de diversas sublimaciones, explica el ceramista.
“Mis esculturas y objetos utilitarios se basan en la construcción de cilindros, técnica que aprendí restaurando flautas y que me permite trabajar sin herramientas eléctricas ni agua, logrando acabados pulcros. La serie de tazas Flute es un homenaje a ese proceso”.
“Mis esculturas y objetos utilitarios se basan en la construcción de cilindros, técnica que aprendí restaurando flautas y que me permite trabajar sin herramientas eléctricas ni agua, logrando acabados pulcros”
Andrés recuerda que conoció “la quena” gracias a su padre y su tío. Se trata de un instrumento andino sumamente antiguo, de viento y similar a una flauta. Cuando su tío falleció, Andrés comenzó a aprender a tocarla, así como a reparar estos objetos. Rápidamente, llevó la anatomía de estos objetos a la cerámica, comenzando este proceso en abril del año pasado y llevándolo a una serie de tazas de cerámica.
El artista nos cuenta que después de muchos años trabajando en finanzas en Santiago, decidió irse a la casa de su hermana en Puerto Varas. “Hasta ese entonces, todas esas cosas creativas estaban reprimidas por los cierres de mes, informes y cuadraturas de cuentas (…). Pasé casi cinco años en el campo, sin el ruido de los vehículos, las sirenas ni la atmósfera pudahuelina. Viví bajo la lluvia, al costado de un río, en las faldas del volcán Calbuco y en completa calma. Ahí recordé que me gustaba dibujar y crear”.
“Viví bajo la lluvia, al costado de un río, en las faldas del volcán Calbuco y en completa calma. Ahí recordé que me gustaba dibujar y crear”
Allí en el sur comenzó a crear de forma esporádica, generalmente en las noches y madrugadas, siempre manteniendo otro oficio en paralelo y encontrando formas de quemar con amigos cercanos. “No tengo un taller como tal; adapté lo que era mi estación de teletrabajo hasta abril de 2024. Es solo un escritorio de 75 x 50 cm en una esquina del living de la cabaña en la que vivo”.
“La cerámica me cautivó porque no tiene nada sintético. Una pieza terminada puede durar cientos o miles de años, siempre contando la misma historia sobre el momento en que fue creada y la evolución personal de su autor”.
“La cerámica me cautivó porque no tiene nada sintético. Una pieza terminada puede durar cientos o miles de años, siempre contando la misma historia sobre el momento en que fue creada y la evolución personal de su autor”
Este gran entorno natural envolvió a Andrés, y fue el principal motivo que lo llevó a crear su serie “Escape Plan”, un proyecto en el que imagina naves y trajes espaciales para animales, como un plan de contingencia en caso de su extinción.
“Me interesa trabajar con animales que poseen características únicas o que están bajo algún tipo de amenaza, así como con aquellos que me generan un vínculo emocional especial. Un ejemplo es el chirihue, un ave de colores amarillo, negro y verde que suele aparecer en verano cuando el pasto está lleno de semillas. Se mueven en grandes bandadas, siempre desordenados y alegres”.
“Si bien la temática se mantendrá por ahora, disfruto el desafío de crear algo diferente en cada pieza. Cada animal tiene una anatomía única, lo que se refleja en sus trajes. Con mis piezas me gusta destacar ciertos rasgos peculiares de cada especie”.
Sepúlveda afirma que, si bien su enfoque principal es la escultura, también disfruta crear objetos utilitarios. En cada una de estas piezas intenta mantener el mismo lenguaje de construcción, dándoles formas poco convencionales sin perder de vista su funcionalidad. Hasta ahora ha hecho tazas, una tetera, pipas e incluso platos para sushi, siempre buscando que cada objeto tenga una identidad que se alinee con su imaginario.
Mirando al futuro, Andrés nos comenta que se siente muy contento con todo lo que ha sucedido en los últimos siete u ocho meses, algo que definitivamente no esperaba. Antes de recibir la invitación de la galería Biophilia, a quienes agradece profundamente por confiar en su trabajo, existía la posibilidad de que su trabajo no fuera del agrado de nadie más que de él mismo, explica. Sin embargo, la reacción del público al ver su obra expuesta en el GAM, en FAB -Feria de Cerámica Contemporánea- fue una hermosa sorpresa para él.
“No estoy particularmente familiarizado con el mundo del arte o el diseño más allá de lo que conoce el común de las personas. De hecho, hasta noviembre, cuando recibí la invitación de la galería, no sabía realmente qué era una ‘propuesta artística’. La verdad es que no he pensado mucho en temáticas o líneas futuras, ya que esto empezó en abril de 2024 y desde entonces solo he trabajado sin parar”
En los próximos años Andrés desea explorar diversas formas de creación, pero siempre de manera distinta, manteniendo una estética atractiva ligada a lo animal sin dejar de lado la funcionalidad de los objetos que modela.
Puedes seguir más de su trabajo en @jimbo_ding0



