Un policía frota su entrepierna frente a la cámara. Un escuadrón de guatemaltecos asalta un Home Depot como acto reivindicatorio. La orilla de una playa desde un auto con las luces encendidas mostrando –sin llegar a mostrar– el horror de algo que sucedió esa noche. Un actor turco que fue Tarzán hace treinta años y ahora recrea su grito. Una mujer de grandes dimensiones tendida sobre una mesa para cuatro de un McDonald’s. Un perro pelón montando una poodle. Un stripper baila con una cinta naranja atada al pene, la misma que usaban los opositores a la retirada israelí de Gaza en 2005.
La mayor parte de estos videos se repiten en loops interminables, truculentos y retorcidos en la obra de Yoshua Okón (México, 1970). Son difíciles de mirar, pero, a la vez, no puedes apartar la mirada de ellos, como cuando pasas al lado de un accidente en la carretera. ¿Son reales? “Sin (la realidad) el arte está incompleto […]. Desde un inicio he tenido especial interés en la relación del arte con la vida cotidiana o, en términos de Jean-Luc Godard, en dejar que el mundo real entre a mi obra. Vengo de una tradición de arte humanista en la que la dimensión social es importante”, comenta Okón.
“Desde un inicio he tenido especial interés en la relación del arte con la vida cotidiana [...], en dejar que el mundo real entre a mi obra"
Este mexicano es de los artistas conceptuales más importantes de Latinoamérica y su carrera de casi 30 años en el audiovisual, el video arte y la video performance, da lugar a una galería selecta de perversiones, un bestiario de turbiedades y contradicciones. Su obra se compone de dos ejes: la realidad mediada y la desconfiguración de ésta. Es, en este proceso, en el paso de lo uno a lo otro, en los escenarios, personajes y símbolos de nuestra cotidianidad que pasan desapercibidos, que surge el arte.
“Somos mucho menos originales de lo que pensamos. En gran medida, nuestras ideas son heredadas o formadas a través de nuestra exposición a los medios de comunicación y al entorno. Tendemos a tener poca distancia crítica y poca conciencia de nuestros puntos ciegos. El arte nos puede ayudar a tomar distancia de nosotros mismos, a mirar y mirarnos desde otras perspectivas, a entender nuestras limitaciones y a formular nuestras propias ideas sobre nosotros mismos y sobre la realidad. Es decir, el arte puede ayudarnos a expandir la conciencia. En mi obra busco estrategias para lograr estos objetivos”.
Así, el artista desconfigura una realidad que damos por cierta porque nos permite vernos desde fuera. Loops, archivos, fotografías, montajes, instalaciones, puestas en escena, ficciones acotadas e incluso esculturas, son algunas de las maniobras que Okón utiliza para desarticular lo que asumimos real. En todo esto, el enrarecimiento producido por un elemento puesto fuera de contexto, es una constante en sus trabajos, su sello.
“La tensión entre ficción y documental, ese espacio que es casi familiar pero no del todo, es una de estas estrategias, ya que al no quedar clara esta línea se genera una disonancia o incomodidad y nuestra mente tiende a activarse y a buscar respuestas. Pasamos así de consumidores pasivos a participantes activos y creativos. Y, como resultado, podemos potencialmente desarrollar ideas más complejas”.
Desde su época en La Panadería (1994), un espacio de creación artística y semillero del arte conceptual mexicano, Okón ha mantenido esta línea artística basada en redibujar la realidad haciendo emerger lo que no se ve e incorporando un componente de provocación e incomodidad, sobre todo en un contexto local. Un ejemplo de ello es “Oríllese a la Orilla” (1999-2000), una serie de 6 videos –de “Poli I” a “Poli VI”–, en los que se muestran varios polícias mexicanos envueltos en situaciones comprometedoras, ridículas, graciosas, indignantes, extrañas o como quiera el espectador describirlas. Okón acordó grabar él mismo estas escenas con policías de la ciudad de México.
“El arte nos puede ayudar a tomar distancia de nosotros mismos, a mirar y mirarnos desde otras perspectivas”
La situación de México, de varios países de Latinoamérica y del mundo, en general, hace que esta obra, con más de veinte años de ser exhibida, se mantenga vigente: “Mi finalidad es reflexionar en torno a tensiones y conflictos que se viven cotidianamente en la Ciudad de México. Se aborda tanto el tema del poder y su abuso (tanto el ejercido por el policía como el que se ejerce en su contra), como también toda otra serie de conflictos en torno a la clase social y a la tonalidad de piel. Al ser una obra bastante lúdica también humaniza la figura del policía y deja entrever puntos de encuentro más allá del conflicto”.
Así, el recorrido por la obra de Yoshua Okón se vuelve un camino sinuoso, que nunca deja de estar en sintonía con otro vértice más en su obra: la imposibilidad de estar ajeno. “Mi interés está en crear obras que nos sitúen en el centro, obras que, a la vez, nos seduzcan y nos incomoden hasta el punto que no nos quede más remedio que participar. Me interesa un público activo, no un espectador pasivo. Mis obras no nos permiten mirar pasivamente desde afuera como lo haría un voyeurista. Estas requieren trabajo, activación, involucramiento y posicionamiento”.
Este tipo de interacción entre el artista y la audiencia requiere de cierto tipo de observación de la obra, en espacios y lugares determinados alejados de las plataformas digitales de consumo y estímulo inmediato. Y, aunque el videoarte como formato dialoga con la forma de compartir contenido en las redes sociales, no es el lugar final de exposición. “Mi obra no está pensada para ser vista de manera rápida. Es por eso que no hago obra para redes sociales. Estas se muestran en galerías o museos donde el público se puede tomar su tiempo y donde se incluyen textos contextuales que son parte integral de las obras […]. Vivimos en una era en la que nadie tenemos tiempo y nuestras ventanas de atención son cada vez más cortas. Una era en la que el entretenimiento inmediato y la fragmentación son lo que predominan. Yo esperaría que mi obra, y el arte en general, logremos resistir”.
“Mi obra no está pensada para ser vista de manera rápida. Es por eso que no hago obra para redes sociales”
Yoshua Okón presentará su proyecto “DEMO” en enero en la Intermediale de Berlín, una obra que critica el ‘astroturfing’, un concepto que apunta a las maniobras poco éticas de la publicidad, principalmente destinada a la propaganda electoral. Puedes seguir su trabajo en @yoshuaokon.studio