Desde que, siendo niño, a Juan Quintanillo (Maracaibo, Venezuela, 1984), aka Juanchi, su padre le regalaba agendas obsoletas de la agencia de publicidad donde trabajaba, empezó a explorar y descubrir su propia creatividad. “Dibujaba superhéroes creados por mí y llenaba varias agendas con bocetos de personajes. Esas experiencias encendieron la chispa para crear cosas y formarme como diseñador gráfico”.
Siguió creando personajes para dos exposiciones individuales que hizo después de graduarse; en la primera utilizó cartón y madera como soportes que intervino con marcadores y pinturas recicladas que tenía en casa, y en la segunda experimentó con café, creyones y acrílicos para empezar a formar una paleta de colores más cercana a su proyecto actual, Uuchi.
Pero antes de eso, llegó a Santiago desde Maracaibo y fue aquí donde empezó a sentir la necesidad de crear fuera de su campo laboral, de ser más libre alejado del computador y apostar por algo más artesanal. “Empecé a experimentar con la costura pero alejándome de ‘lo comercial’, me permití dar puntadas desenfadadas, sin ningún tipo de patrón o estructura. Me gustó tanto este ejercicio que, de manera lúdica, empecé a crear más y más piezas hasta darle un nombre y convertirlo en un proyecto”.
“Empecé a experimentar con la costura pero alejándome de ‘lo comercial’, me permití dar puntadas desenfadadas, sin ningún tipo de patrón o estructura”
Y así surgió Uuchi, un proyecto que define como “un laboratorio donde se crean piezas desde un imaginario libre, desapegado de formas correctas”. Esto es lo que Juan define como el elemento diferenciador. “Cada pieza la hago desde la emoción, así que cada puntada o cada movimiento es espontáneo y no obedece a una idea concreta, es más improvisado que otra cosa”. Así, Uuchi se aleja de la idea de que algo oueda ser incorrecto, todo es válido porque surge del sentimiento y del hacer.
Por esto mismo, no podía ser de otra forma: el nombre de la marca (que significa “montaña” en la lengua materna de los Wayuú, los indígenas que habitaban en la zona de la que es Juan), también tiene un significado especial: “Uuchi tiene que ver con mi tierra, mi región y los pueblos originarios que allí siguen. Mi trabajo es muy artesanal, no uso máquina de coser, todas las puntadas son hechas a mano, así que me pareció lógico honrar a los artesanos del lugar donde crecí y buscar un nombre en su lengua. Maracaibo es una ciudad muy calurosa y con mucha humedad, no hay montañas en su geografía. Los recuerdos más lindos de mi infancia son los viajes a los andes venezolanos. Allí contemplaba las montañas todo el camino y me sentía reconfortado. Ahora estoy en Santiago con la cordillera que arropa la ciudad y me siento privilegiado de tenerlas tan cerca de mí. Quizás a eso se deba mi amor por las montañas”.
“Mi trabajo es muy artesanal, no uso máquina de coser, todas las puntadas son hechas a mano, así que me pareció lógico honrar a los artesanos del lugar donde crecí y buscar un nombre en su lengua”
Con esta marca, Juan pretende también honrar esta forma más pausada, pensada, responsable y sostenible de producir las cosas, alejándose así de la producción en cadena de prendas, del fast-fashion. Por eso, recicla ropa y le da una nueva vida, un nuevo significado. “El 95% de la ropa que uso es de segunda mano. Creo que vivimos en un país repleto de tiendas americanas y deberíamos apostar más por estas opciones y reducir los estragos ambientales de la industria del fast-fashion. Desde Uuchi reinterpreto piezas de ropa y le doy otra visión. Las técnicas ancestrales como el sashiko, nos han enseñado lo lindo de reparar y darle valor a nuestra vestimenta. Creo en la importancia de mirar atrás y aprender un poco de esas enseñanzas para poder evolucionar y ser más amables con el planeta”.
Es con esta mentalidad que Juanchi une un imaginario lleno de objetos tangibles (no digitalizados), con texturas, matices e íconos que no se suponen que deberían existir ahí, y se lo lleva todo a su terreno, a su visión y con sus colores propios, siempre bajo un criterio artesanal. Se demora días en hacer una sola pieza, pero inspirado por un viaje a Chiloé en el que conoció a los artesanos de la zona y su amor y respeto por sus maestros, quiere seguir transmitiendo su amor por el oficio. “Creo objetos que llevan una energía muy bonita porque se crean con constancia y siempre están repletos de detalles. Me gusta pensar que las nuevas generaciones aprecian cada vez más esos oficios y le dan el valor que merecen”.
“Creo objetos que llevan una energía muy bonita porque se crean con constancia y siempre están repletos de detalles”
Actualmente, Juan trabaja en unas piezas de ropa para una editorial que hará junto a su amigo Bastian Martínez, a la vez que crea gorras de ciclismo colaborando con la marca Relevo, y planea dar un taller de costura experimental en los espacios de tienda Objetos y The Wool Fellas.