Un retrato auténtico de la metrópolis. Así se puede definir el trabajo de Harold Illanes (Santiago de Chile, 1990), un artista local que centra su trabajo, sobre todo, en la fotografía.
Harold estudió Artes Visuales, Cine, y Estética y Filosofía, en ese orden y en diferentes universidades de Chile y también en Alemania. En sus primeros estudios comenzó a experimentar con el video y la edición a nivel del fotograma, y fue así como llegó a la fotografía, primero como herramienta de registro y, posteriormente, como una disciplina creativa. El cine o la imagen en movimiento y la orientación conceptual de la estética y la filosofía, juegan también un papel fundamental en su proceso creativo, tanto en el concepto como en el contenido y las narrativas de sus fotografías.
“Me enfoqué en capturas a través de ventanas y azoteas, a la vez que revisaba los archivos e iba refinando mi proceso de revelado digital. Esta evolución se ha terminado por convertir en la columna vertebral de mi enfoque de trabajo, y es la metodología que he mantenido hasta el presente. […] El constante visionado de películas, tanto de ficción como de no ficción, se refleja en las narrativas que desarrollo en mis fotografías, ya sea a través de sus aspectos formales o mediante los contenidos y conceptos que abordo.”.
En este proceso creativo basado en todo aquello que ha consumido como espectador pero también como alumno, Harold tiene una fijación: la ciudad. Sus dinámicas, sus detalles, sus sujetos y objetos, todo lo que en ella sucede es interesante y digno de ser retratado.
“El potencial de la ciudad es increíble. Creo que pocas veces nos detenemos a observar con atención lo que ocurre a nuestro alrededor”, explica sobre su fijación con lo urbano. “Resulta intrigante descubrir encuadres con zonas poco exploradas o de poco interés. Observar desde una ventana o azotea de un edificio ayuda mucho a encontrar estos espacios. Desde este punto de vista, tienes la tarea de esperar, observar y luego seleccionar cuidadosamente”.
“El potencial de la ciudad es increíble. Creo que pocas veces nos detenemos a observar con atención lo que ocurre a nuestro alrededor”
Este ejercicio podría ser considerado voyeurista para muchos, con todas las connotaciones negativas que eso conlleva. Pero para Harold está íntimamente ligado a su “interés por iniciar un relato visual”, en el que “la horizontalidad del objetivo se desvanece en cierta medida. No se trata de fotografiar al sujeto/objeto de frente, sino de adoptar una perspectiva casi furtiva que no busca invadir la privacidad ni revelar secretos ajenos, sino más bien contemplar y ofrecer un punto de vista distinto a través del corte y la composición. La ciudad se asemeja a un lienzo repleto de estímulo visual, donde se hace necesaria la exploración del paisaje de forma detenida, para filtrar y seleccionar”.
En definitiva, Harold quiere desencadenar historias de libre interpretación a través de atmósferas, de escenarios y de espacios urbanos deshabitados, los no-lugares, las no-ciudades. Y, para ello, es necesario mostrar la ciudad de una manera distinta, de una manera en la que todos los rincones son importantes y tienen algo que contar, sin considerar el concepto tradicional de belleza. “Las posibilidades son innumerables. Todo se reduce a la riqueza formal y narrativa, es decir, la elección del encuadre y la composición, ya que en cada escena urbana hay una historia por descubrir”.
“Todo se reduce a la riqueza formal y narrativa, es decir, la elección del encuadre y la composición, ya que en cada escena urbana hay una historia por descubrir”
De ese modo, Harold aprovecha deliberadamente todos los recursos formales que la ciudad ofrece por sí misma: las luces y las sombras, las luces de colores captadas con largas exposiciones, el ambiente onírico de la noche, los objetos olvidados, las composiciones que forman las manchas y los charcos… y construye imágenes similares a pinturas. La metrópolis –en este caso la santiaguina–, “se manifiesta y vive a través de esos elementos aparentemente insignificantes como una prenda usada, las paredes cubiertas de suciedad, los juguetes abandonados, la sombra detrás de una cortina…Esto es algo que, inevitablemente, se traduce en un efecto pictórico e incluso teatral, debido a los colores y el tipo de iluminación artificial”.
La humanidad aparece aquí de manera indirecta, pero está presente a través de la ropa colgada, del mobiliario que vemos a través de una ventana o de los diversos conjuntos arquitectónicos. “Esos elementos son los que liberan imaginarios y estimulan a que cada persona también reconstruya, a su manera, el relato que llevó a esos elementos o características a estar ahí”.
La cámara de Harold se convierte ya en una “extensión del ojo humano, capaz de potenciar perspectivas y ampliar la capacidad percepción”. Es por eso que actualmente está trabajando en un proyecto que fusiona la imagen en movimiento con la fotografía y la instalación, potenciando lo narrativo desde lo personal para poder diferenciarse en un mundo donde la Inteligencia Artificial toma cada vez más relevancia. Aunque no quiere contarnos muchos detalles del proyecto, si nos adelanta que “me motiva poder seguir experimentando y probando nuevas formas de contar historias”.
