Catherine Miller (Santiago de Chile, 1993) es diseñadora de vestuario y la creadora de C. Miller, una marca de indumentaria que nació como su proyecto de título y que terminó desarrollando hasta convertirlo en lo que es hoy: una marca innovadora, minimalista, que experimenta en todos los sentidos, pero sobre todo con las materialidades y los estampados.
Catherine empezó a dibujar e inventar personajes y looks para ellos con ocho o nueve años. “En ese momento era un juego divertido, pero ahora, visto en retrospectiva, creo que diseñaba prendas que estaban en mi imaginación”, cuenta sobre esos inicios remotos. Desde esa temprana edad recuerda estar preocupada por como combinaba la ropa o qué zapatos usaba, pero no fue hasta la adolescencia que se adentró en el diseño con dos herramientas básicas, Photoshop e Illustrator, y exploró también la pintura, el spray y los murales. Todo ese “mix” se puede apreciar hoy en día en sus colecciones.
Aunque empezó, a partir de ahí, a conocer este universo tan abstracto de la moda y las pasarelas, no lo hizo interesada en el glamour o en lo extravagante del sector. “Nunca me he sentido muy identificada con el mundo de la moda, ese que vemos en los desfiles, súper glamuroso con ropa poco usable en el día a día. Esa estética cliché de la moda no me representa para nada. Hay un público al que le gusta vestirse con propuestas interesantes y distintas, sin necesariamente verse disfrazado”.
“Nunca me he sentido muy identificada con el mundo de la moda, ese que vemos en los desfiles, super glamuroso con ropa poco usable en el día a día”
Con esos fundamentos se fue construyendo C. Miller, una marca de cortes simples que explora lo textil por encima de todo en bordados, serigrafías, decolorados y teñidos a mano. Esta experimentación empezó con ciertos límites (trabajar solo con telas de origen natural), pero fue ampliando sus horizontes a medida que se expandía su potencial. “Cuando comencé a trabajar con telas sintéticas, vi la posiblidad de poder diseñar mis propios textiles y estampados”.
Hoy en día, al escoger un material la diseñadora se pregunta “¿usaría yo esta tela?” y, con eso en mente, elige la paleta de colores –cada vez más des-saturada–, y crea estampados que no haya visto antes. Es ahí donde encuentra su factor diferenciador e innovador, lo que le confiere una identidad propia. “Las personas que consumen diseño de autor buscan eso, sino irían al mall”, afirma Catherine rotundamente.
Es así como nace el “estampado C. Miller”, que es reconocible por todos aquellos que identifican la marca aunque vaya variando en cada colección, y le permite colaborar con muchos otros artistas e integrarlos en su universo particular. “Esos estampados tienen mucho que ver con mi imaginario personal y, plasmados en prendas muy usables y versátiles, mantienen la frescura de la marca […]. He colaborado con la fotógrafa Paula Henriquez, utilizando sus fotografías para crear estampados, y con Irma Sepúlveda, quien realizó una serie de pinturas que estampamos en distintas telas de una colección. La idea es ir abarcando más disciplinas de otras materias, que puedan trabajar colaborativamente en un resultado que refleja tanto la identidad de la marca como la identidad de la artista”.
La clave de su constante reinvención es mantener su mirada de “consumidora”, pensar en qué le gustaría a ella tener en su clóset, a la vez que se fija en cómo viste la gente y en lo que ya está creado para reinventarlo a su manera. “Lo que hago tiene mucho que ver con la reinterpretación de prendas básicas, no me gusta que mis diseños se vean forzados, pero tampoco me gusta hacer lo mismo que está hecho, es como una soft innovación”.
“No me gusta que mis diseños se vean forzados, pero tampoco me gusta hacer lo mismo que está hecho, es como una soft innovación”
En esta observación de lo que sucede en la calle y de quién viste, finalmente, sus prendas, no pasa desapercibido para Catherine la diversidad –cada vez mayor– de cuerpos que las ocupan. “A veces llegan chiques a comprar prendas que no imaginé en cuerpos así, tiene que ver con trabajar con telas elasticadas. Eso es algo que voy considerando en el proceso creativo y me cuestiono mucho antes de diseñar, es súper dificil abarcar toda la diversidad de cuerpos, pero lo intento”.
La última colección de C. Miller, “waiting room — sala de espera” realizado en Espacio Obrecht, también fue su primer desfile de moda, del que nos cuenta que “fue un proceso de mucha adrenalina, lo amé y odié al mismo tiempo; lo amé porque era algo que siempre había querido hacer, y lo odié porque hubieron muchos contratiempos, los cuales, por suerte, pudimos resolver con mi equipo”. El evento buscaba desafiar el formato clásico y elitista de las pasarelas de moda con un desfile abierto a todo el público, con performances e instalaciones, lo cual hizo “mucho más cercana la marca a las personas que asistieron”.
En este punto, el futuro de la marca se percibe prometedor: Catherine está diseñando sus próximas creaciones mientras planea una venta en el extranjero. “No tengo claro en qué país en específico, pero espero vender afuera con un pop-up o de forma establecida”.
