La noche del pasado sábado 31 de mayo ha quedado grabada en la piel de nuestra comunidad. En el centro de eventos Basel, junto a la colaboración de Fiesta Aeróbica y Fundación Mecenas, vibró la segunda Major Ball organizada y gestada por Iconic House of Ninja en territorio chileno: The Hidden Forest Ball. Y aunque su nombre pueda remitirnos directamente a un evento de competencia, fue mucho más que una batalla de participantes o un espectáculo de categorías Ballroom. Fue un espacio de encuentro, de memoria y de sobresaliente performance, pero por sobre todo, un gesto político y cultural que posiciona a Chile dentro de la escena internacional de Ballroom y que continúa marcando el pulso de una comunidad que lleva diez años construyéndose en Chile. En esta oportunidad, el registro fotográfico fue realizado por Forever, miembrx de Kiki House of Trinity, quien lleva más de cinco años documentando y archivando la escena Ballroom (tanto Kiki como Main) en Chile.
Para quienes no están familiarizades, la cultura Ballroom es una escena nacida en Nueva York de los años 70, forjada por personas afrodescendientes y latinas LGBTQ+, especialmente por mujeres trans, como un refugio frente a la violencia y rechazo social. En los Balls, las Houses (familias elegidas que ofrecen apoyo y contención) se enfrentan en distintas categorías donde el cuerpo y la performatividad se convierten en herramientas de expresión y celebración, pero también de resistencia y afirmación identitaria. Lo que comenzó como un grito de autonomía y sobrevivencia, hoy es también un lenguaje global que se adapta, muta y dialoga con los territorios donde echa raíces. Y en Chile, ese lenguaje ha tomado fuerza, pues con una década de historia, la escena local ha construido su propio ritmo, gracias al trabajo colectivo y al esfuerzo de sus participantes. The Hidden Forest Ball fue una confirmación de ese proceso, un evento sublime, con estándares internacionales, que supo conjugar exigencia, celebración y comunidad.
“Fue un espacio de encuentro, de memoria y de sobresaliente performance, pero por sobre todo, un gesto político y cultural que posiciona a Chile dentro de la escena internacional de Ballroom”
La Ball fue el punto culminante de una semana que generó un terreno fértil para el diálogo intergeneracional, la transmisión de saberes y una conexión profunda entre cuerpos, vivencias y memorias. La presencia de figuras esenciales de la escena Major internacional marcó nuevos hitos para nuestro territorio. Desde Estados Unidos, recibimos a Grandfather Archie Ninja, con 66 años de historia viva dentro de la cultura Ballroom, y a Legendary Malik Miyake Mugler, una de las figuras más influyentes de su generación, con solo 30 años y una trayectoria que ha inspirado a muches alrededor del mundo. Junto a ellos, también compartieron espacio Mother Makayla Revlon y Father Lucky Revlon, referentes clave de la escena Ballroom en Brasil, aportando experiencia y trayectoria, y fortaleciendo el vínculo entre comunidades latinoamericanas. A este grupo se sumó Joel Miyake Mugler desde Costa Rica, ampliando aún más el panorama regional de esta red que continúa construyéndose.
Su presencia como jueces en la Ball no se trató únicamente de eso, sino también de la generosidad con la que, durante los días previos al evento, participaron en instancias formativas disponibles para la comunidad local. Ofreciendo clases magistrales y un conversatorio donde compartieron sus historias personales, códigos de Ballroom y relatos de afecto. Fue un encuentro profundamente emotivo y educativo que permitió generar lazos y aprendizajes significativos para nuestra comunidad. Además, que el panel estuviera compuesto en su totalidad por personas afrodescendientes, fue un gesto más allá de lo simbólico, fue desde la necesidad de honrar y recordar el origen y la esencia misma de esta cultura. Ver a estas figuras compartiendo con las nuevas generaciones nos recuerda que Ballroom es más que una performance: es una pedagogía viva transmitiéndose desde la práctica colectiva y en el deseo de seguir construyendo comunidad, sin importar las fronteras y las distancias generacionales.
"El Ballroom es más que una performance: es una pedagogía viva transmitiéndose desde la práctica colectiva y en el deseo de seguir construyendo comunidad, sin importar las fronteras y las distancias generacionales”
Todo lo sucedido en esa semana, no solo fueron espacios de aprendizaje técnico o conceptual, sino también momentos para detenernos y mirar hacia dentro. Para que las nuevas generaciones pudieran escuchar directamente a quienes han sostenido esta escena desde sus comienzos, y para que quienes llevan más tiempo pudieran reconocer, en las juventudes, la continuidad de algo que sigue creciendo. Ese cruce generacional fue uno de los gestos más potentes de la semana, porque Ballroom —más allá del performance o el espectáculo— es también una forma de transmitir saberes, experiencias y maneras de habitar el mundo que no se ajustan a las categorías impuestas por el sistema. Espacios como Ballroom existen porque antes hubo quienes se atrevieron a imaginar lo que parecía imposible, porque hubo cuerpos que rompieron límites y voces que resistieron al silencio. La cultura Ballroom es, al mismo tiempo, archivo y creación, es historia viva, lucha sostenida, e invención colectiva. Y la Ninja Ball fue todo eso: una afirmación de lo que hemos construido y una brisa de todo lo que todavía está por venir.
Para entender lo que ocurrió esa noche, es importante considerar el contexto. La escena Ballroom en Chile —como en gran parte de Latinoamérica— no surge desde el privilegio ni desde estructuras consolidadas, sino desde la necesidad de crear espacios propios donde se pueda existir, resistir y expresarse plenamente. Es una escena que ha sido construida desde cero, impulsada por personas disidentes que, enfrentando múltiples obstáculos, han tejido comunidad a partir del cuidado, la colaboración y la práctica colectiva.
Entre ellas, destaca el rol fundamental de Father Tofuquing Ninja, pionero de la escena Ballroom en Chile y responsable del capítulo local de la Iconic House of Ninja. Su trabajo ha sido clave para sostener y expandir esta cultura, y además para imaginar un futuro posible para ella en nuestro territorio. Como una de las cabezas organizativas del evento, su visión y compromiso fueron fundamentales para que la Ninja Ball se concretara como una expresión clara y potente de ese recorrido colectivo. No solo por el nivel técnico y estético alcanzado en las categorías —con ejecuciones sólidas, creativas y cada vez más precisas—, sino también por la manera en que el evento fue concebido como una experiencia completa, cuidada en cada detalle y realizada con plena conciencia de lo que significa llevar a cabo una Ball Major de esta envergadura en esta parte del mundo.
Hablar de una Ball Major implica referirse a la forma más tradicional y rigurosa de la cultura Ballroom, aquella que responde a las reglas y códigos originales que dieron nacimiento a esta escena en Nueva York. A diferencia de la escena Kiki —más reciente, flexible y potente en nuestro territorio—, las Balls Major se rigen por un estándar técnico y estético mucho más exigente. En ellas, las categorías se evalúan con criterios más estrictos y se espera una ejecución precisa, con un conocimiento profundo de la historia y los fundamentos de la cultura. Mientras que la escena Kiki surge como un espacio más libre, de exploración, aprendizaje y juego —y en muchos territorios latinoamericanos fue la puerta de entrada a Ballroom—, la escena Major representa el espacio donde ese aprendizaje se canaliza con otra seriedad y preparación.
Es importante entender que en los lugares donde Ballroom se originó, la escena Major existió primero, y la escena Kiki apareció después como una respuesta a la necesidad de crear espacios más accesibles y menos presionantes. En Latinoamérica, en cambio, el recorrido ha sido inverso: la escena Kiki abrió el camino, y solo con los años se han comenzado a consolidar eventos Major como la Ninja Ball. Ambas escenas son fundamentales, no compiten entre sí, sino que cumplen funciones distintas y complementarias.
“En Latinoamérica, en cambio, el recorrido ha sido inverso: la escena Kiki abrió el camino, y solo con los años se han comenzado a consolidar eventos Major como la Ninja Ball”
En ese sentido, la existencia de una Ball Major como The Hidden Forest Ball en Chile es una muestra de madurez de la escena local, y también un reconocimiento de que estamos en condiciones de dialogar de igual a igual con el resto del mundo Ballroom. La posibilidad de realizar una Ball Major en este país —siendo esta la segunda en el historial de The Iconic House of Ninja capítulo chileno— no es un dato menor. Es un hecho que pone a este territorio en el mapa internacional de la cultura Ballroom. Y eso, por supuesto tiene consecuencias, abre puertas, genera vínculos, posibilita intercambios, pero sobre todo, reafirma que desde aquí también estamos construyendo historia. Una historia con acento y ritmo latinoamericano, con cuerpos marcados por otras violencias, pero también con otras formas de resistencia y vivencias.
Para muches, esta Ball no fue solo su primera experiencia en la escena Major, fue también la oportunidad de reconocerse dentro de un relato que va más allá de lo local. Una historia global que sigue encontrando eco en nuestras propias trayectorias latinoamericanas. Participar de una Ball Major es también experimentar otro nivel de exigencia y profesionalismo, donde cada categoría y cada propuesta se potencian y elevan, no solo por el despliegue técnico que implica, sino por la plataforma cultural que habilita. Es una oportunidad para ver nuestras escenas con otros ojos, para medirnos con códigos más estrictos sin dejar de lado el pulso colectivo que da origen a todo esto. Este encuentro fue el lugar donde cada participante tuvo la oportunidad de brillar en un contexto que honra lo que somos y lo que podemos seguir construyendo.
La realización de la Ninja Ball tiene un valor que va mucho más allá del espectáculo, puesto que es un acto cultural con un profundo alcance simbólico y político. Es una noche de competencia, pero al mismo tiempo, es la radiografía de una década de trabajo colectivo, de aprendizajes compartidos, de estrategias de resistencia y creación elaboradas en contextos donde lo institucional rara vez acompaña. Organizar una Ball Major en América Latina (con recursos limitados, sin respaldo estatal y enfrentando condiciones muchas veces precarizadas) es una acción política en sí misma. Hacerlo posible implica articular alianzas, activar redes y sostener una gestión que nace desde nosotres mismes, reclamando nuestro lugar, marcando presencia y demostrando que nuestra comunidad existe, y que produce desde sus propios lenguajes nuevas formas de hacer.
"Hacerlo posible implica articular alianzas, activar redes y sostener una gestión que nace desde nosotres mismes"
Chile está en el mapa del Ballroom internacional no por azar, sino porque hay cuerpos que han sostenido esta historia con amor, con deseo y con insistencia. Porque hubo quienes se atrevieron a imaginar lo que parecía imposible, quienes compartieron saberes, abrieron caminos y construyeron comunidad desde abajo. La Ninja Ball no es un punto de llegada, es una afirmación de que seguiremos construyendo escena, identidad y memoria desde el sur del mundo, y con nuestras propias formas de resistencia y celebración.
Conoce más del trabajo de registro de Forever en @archivoforever



