En Chile, la historia de la pintura se cuenta de forma irregular, con ciertas variaciones en su estructura cronológica, pero partiendo siempre en la época prehispánica, continuando con la llegada de los jesuitas y la pintura colonial, y pasando por la generación del medio siglo, la del trece o las del 28, hasta nuestros días, con Matta o Bravo. A pesar de los hitos conocidos, el legado y los referentes en nuestro país son escuetos, por lo que la expresión creativa contemporánea sobre el lienzo también lo es o surge de forma más subsidiaria y en los estratos sociales que se lo pueden permitir.
En los últimos años, sin embargo, la tendencia es a la desacralización del arte en tanto que sus significados y representaciones se alejan de las estructuras de poder y de las personas que lo poseen, ya sea de forma real o intelectual, y se acercan a lo popular, a las calles. Andrés Jacome (Valparaíso, 1993) es uno de los representantes de la generación actual que confiere un sentido profano y cotidiano a lo que pinta, siguiendo una inquietud que tiene desde que tiene memoria, desde que, en kinder, le dieron un lápiz naranjo y otro amarillo para que pintara un pato.
“La cosa era simple, pero supongo que no quise aceptar lo básico de la misión y, por querer rebuscar o por una necesidad de proponer algo, lo pinté con los colores invertidos; el plumaje naranjo y el pico y las patas amarillos. La profesora y mis compañeros estaban muy decepcionados, pero yo quedé muy conforme. De ahí en adelante las búsquedas artísticas se dieron constantemente de manera precaria y autodidacta con los distintos medios a mi alcance”.
Andrés estudió mecánica automotriz en el liceo y arte en la universidad y, por opuesto que parezca, las dos cosas configuraron su mente creativa y los temas y escenas que plasma. “Odié mecánica, pero quiero creer que aportó a mi interés estético: los espacios sucios, manchas, texturas, lugares oscuros y muchas veces hostiles. Hay mucho de eso en mi visión y hasta hoy me interesan mucho ese tipo de espacios. La universidad sirvió para darle su lugar al arte, de buscar un desarrollo técnico y comprender ‘lo que es el arte’. No creo haber podido comprender nada ni tampoco sé que era eso que tenía que comprender, al final se me hizo más sincero volverlo algo personal que alimenta una necesidad creativa propia, y punto. […] Viniendo de una familia de escasos recursos, el espacio que se le daba al arte era nulo al igual que ver posible algún tipo de carrera en torno a algo así, había muchas otras cosas más importantes”.
“Viniendo de una familia de escasos recursos, el espacio que se le daba al arte era nulo al igual que ver posible algún tipo de carrera en torno a algo así, había muchas otras cosas más importantes”
A ese imaginario hay que sumar el BMX, el graffiti, Valparaíso, la noche, el fuego y todo lo que forma parte de su entorno y su día a día. Andrés encuentra la forma, los colores y recursos para pintar la intensidad del gesto y la situación, del momento. Se establece una yuxtaposición entre lo rudo de algunas escenas o expresiones y la ternura o la intimidad que subyace de cada una de ellas.
“Todo se integra en una misma búsqueda desde lo cotidiano; es algo muy íntimo, con mi propia sensibilidad, mis nostalgias y mis ficciones con los que he ido armando un diálogo con mi entorno. Valparaíso con sus espacios, sus personas, sus costumbres, la decadencia y un imaginario colectivo potente está presente siempre representado de distintas maneras. […] Me gusta el poder que tiene la pintura de llevar la imagen a otro plano, me gusta la idea de convertir las escenas en puertas a otra cosa más, de desbordar lo cotidiano hacia algo más poético. Las imágenes que selecciono tienden a tener en común el producirme cierta sensación de tensión, son imágenes que trascienden desde el día a día y a las cuales me aferro y busco comprender desde la pintura”.
“Valparaíso con sus espacios, sus personas, sus costumbres, la decadencia y un imaginario colectivo potente está presente siempre representado de distintas maneras”
Esta contraposición conceptual se intensifica por el uso de la técnica, de la espátula como sustituto del pincel, como sistema de trabajo que determina la forma en como percibimos el color, rojo, oscuro, intenso, el fuego que casi quema. “La propuesta técnica es un factor importantísimo a la hora de comunicar. La espátula es una herramienta que se usa de una forma muy diferente a como se utiliza un pincel y eso, en un comienzo, me costó entenderlo. […] La espátula condiciona como se mezcla el color y como se van logrando nuevos tonos en la misma yuxtaposición de las manchas, me permite un trabajo que no ensucia ni aplana tanto los colores y contrastes”.
Actualmente, Andrés está trabajando en mayores formatos para un par de exposiciones en Santiago y profundizando en las ideas actuales, pero su juventud le pone por delante un largo y, seguro que, fructífero camino por recorrer. Le puedes seguir en @lagrimade.oro