¿Cómo viajamos al pasado usando los elementos del presente? Esa es una de las preguntas que las obras de Lucian Prună (Drăgănești-Olt, Rumania, 1990) intentan responder. El artista nos transporta al ayer retratando elementos contemporáneos con un estilo que recuerda a pintores de siglos anteriores. Un trabajo complejo que vive de dualidades como estas. El pintor dio sus primeros trazos cuando era apenas un niño, tomando de ejemplo lo que inspira a cualquier niño de 4 años: los dibujos animados de la televisión.
La infancia de Lucian fue la de cualquier niño de los 90, con golosinas, videojuegos y Cartoon Network. Todos estos elementos sirvieron como punto de partida para un joven que descubrió que su pasión era el arte muy joven. A eso de los 12, las persecuciones policiales animadas fueron reemplazadas por paisajes, flores y retratos, algo que le abrió la imaginación a caminos impensados. Con el tiempo se vio seducido por el imaginario clásico y romántico de ciudades como Florencia, se formó como restaurador en varias iglesias locales. Fue ahí donde algo hizo click.
La cultura rumana está llena de contrastes. Sus vestigios son los de un país que alcanzó su máximo apogeo justo antes de la Primera Guerra Mundial. Fue uno de los últimos países en entrar oficialmente a la Unión Europea, e incluso es parte del top 3 de las naciones más pobres de la región. Su historia no está marcada por grandes triunfos bélicos ni descubrimientos científicos, sino por un imaginario que mezcla lo mítico y lo cotidiano: de leyendas como Drácula y tradiciones campesinas, profundamente ligadas a la naturaleza y la vida comunitaria.
Es en este imaginario donde nace la magia de Prună . En sus obras no aparecen tiempos lejanos, sino que fragmentos olvidados de situaciones comunes y corrientes. Sus pinceles rescatan la intimidad del hoy y los transforma en arte que habla a través de técnicas del pasado. Más allá de la nostalgia, sus pinturas representan las memorias de millones de ciudadanos rumanos (y del mundo).
Sus inspiraciones son sencillas: la memoria colectiva de todo un país. No por nada en sus composiciones vemos las latas de la cerveza más barata del país, la comida típica preparada en las juntas familiares o billetes de alta y baja denominación. Algo que, contrario a lo que podría creerse, resonó con un público mundial, al retratar elementos de videojuegos clásicos de su juventud como el Counter-Strike o Los Sims 2. Fenómenos mundiales que llevaron sus lienzos a diferentes latitudes, algo que a él mismo no lo deja de sorprender.
“Pinto sobre objetos cotidianos, piezas con las que cualquier persona en mi audiencia en Rumania tiene su propia historia. Muchos me dicen que despiertan una sensación de nostalgia. Me sorprendió cuando comenzaron a escribirme desde Sudamérica, pero también llegaron mensajes desde Estados Unidos, Europa y, en especial, de los Balcanes. Me alegra saber que conectan con mi arte”.
“Pinto sobre objetos cotidianos, piezas con las que cualquier persona en mi audiencia en Rumania tiene su propia historia. Muchos me dicen que despiertan una sensación de nostalgia”.
Los trabajos de Lucian Prună son verdaderas fotografías pasadas al óleo. Su técnica es heredera del realismo clásico, con colores que evocan al sepia y luces suaves que iluminan recuerdos difuminados. Cualquiera podría pensar que tienen siglos de antigüedad, pero es difícil encontrar a CJ de GTA San Andreas en una pintura del siglo XVI. Sus composiciones son lo que son: no hay excesos y el vacío es un personaje más, entregando aún más protagonismo a los elementos que retrata.
Y todo esto no es al azar. El artista sigue un proceso creativo que es casi ritual. Para él crear una idea puede tomar horas, días o meses. Sus obras hablan por sí solas, son mucho más que un par de trazos en un lienzo: capturan un aura especial. Cada escena actúa al igual que una cápsula del tiempo, íntima, cercana, nostálgica, pero sin mucho sentimentalismo ni planificación detrás: “la mayoría de las veces trabajo en la ejecución de mis pinturas sin bocetos previos. A veces siento que no logro dar con la composición perfecta, y en ocasiones me toma tiempo encontrar los objetos que quiero retratar”.
Prună se mueve entre épocas sin abandonar el presente. Sus pinturas son paradas para detenerse y reflexionar sobre el paso de la vida. Sobre como los recuerdos son más que memorias estáticas. El rumano se prepara para lanzar las primeras ediciones de sus dibujos en formato print, un paso que permitirá que más personas lleven a casa un fragmento de su viaje.
Conoce más de su trabajo en @prunalucian