En 2019, en la isla danesa de Lolland, encontraron un “chicle” de hace casi 6.000 años. De esa goma que era, en realidad, alquitrán de abedul usado como adhesivo para enmangar herramientas y quizá también como antiséptico, pudieron extraer ADN de una mujer que tendría la piel y el pelo oscuros, los ojos azules, y sería, en ese momento, portadora del virus Epstein-Barr.
Si se ha podido obtener un genoma humano completo y detectar posibles enfermedades que sufría una persona, de un chicle de hace tantos años, ¿qué no podemos saber a través de un chicle pisado o posado en una acerca, pared o infraestructura pública hace unos pocos años?
Aunque fue más con la intención de imitar la capacidad de fotógrafos como William Eggleston, Stephen Shore o Martin Parr de explotar el potencial expresivo de lo ordinario y elevar lo mundano, lo que llevó a Aaron Luckman a empezar a tomar fotos de chicles pegados en distintas partes de Boston, su proyecto fotográfico agarró vuelo antropológico y terminó llamándose Gum-Shoo. Bueno, y el aburrimiento de la pandemia también tuvo algo que ver…
“Cuando comencé a tomar fotografías de chicles no había mucho más que hacer. Daba paseos diarios por toda la ciudad. Era una sensación un poco melancólica, había un anhelo generalizado de conexión humana y, para mí, centrarme en esos chicles subrayaba esos sentimientos de alienación y al mismo tiempo, de evasión y entretenimiento. Me interesó la interminable variedad de chicles esparcidos por la acera como testimonio de la presencia de otros”.
"Me interesó la interminable variedad de chicles esparcidos por la acera como testimonio de la presencia de otros"
Aunque ya se intuía, la perspectiva de “estudio de la cualidad humana” que surgió de este proceso de repetición (paseos y documentación), fue tomando protagonismo con el tiempo.
“Para mí, la calidad antropológica del proyecto surgió de un deseo de reconexión cuando la ciudad estaba en cuarentena. El chicle desechado se convirtió en un registro silencioso de la vida social; la prevalencia de ciertos colores en esos elementos indicaba las preferencias de sabor locales, mientras que un grupo de chicles podría indicar un área de mucho tráfico peatonal. Al percibir estos restos dejados por los habitantes de la ciudad, comienzas a obtener información sobre el comportamiento de los peatones”.
"Al percibir estos restos dejados por los habitantes de la ciudad, comienzas a obtener información sobre el comportamiento de los peatones"
Además de lo que Aaron ha podido recoger a través del registro concreto, de las imágenes, también ha logrado profundizar en su estudio antropológico mediante las conversaciones que surgen, de forma orgánica, cuando alguien camina mirando al suelo.
“La gente suele preguntarme si he perdido algo, es un buen iniciador de conversaciones. Cuando les explico lo que realmente estoy haciendo, terminamos charlando sobre palentología, ambientalismo y, muy frecuentemente, acerca de la nostalgia por sus sabores favoritos de chicle”.
Dentro del abanico de colores, formas, lugares y connotaciones que Aaron encontraba mirando al suelo, el fotógrafo llegó a refinar su gusto por aquellos que más le gustaba registrar. “Los chicles que normalmente llaman mi atención son los que tienen impresiones de zapatos inusuales y que están pegados a superficies con texturas, patrones o formaciones de líneas llamativas. Es divertido encontrar algunos que parecen caras, fósiles, planetas o incluso constelaciones”.
Aaron ha querido llevar más allá este registro e investigación y ha creado los “Bronze wads”, reproducciones a escala real de chicles que se ha encontrado, pero hechas de bronce. “La idea de hacer los Bronze Wad comenzó como una burla de la escala y la materialidad que se suelen asociar con la escultura tradicional. Quería crear obras de arte de bolsillo hechas a partir de los chicles que había estado viendo, como una especie de minimonumentos absurdos o retratos de algún masticador de chicle anónimo. Es una edición limitada de 120 piezas y se compone de cinco variaciones, o tipos de chicles, que coleccioné en mis paseos por la ciudad”.
"La idea de hacer los Bronze Wad comenzó como una burla de la escala y la materialidad que se suelen asociar con la escultura tradicional"
Actualmente, Aaron está trabajando en un fotolibro para mostrar y contar la historia del proyecto Gum-Shoo, y pensando en nuevas maneras de abordarlo, “he estado pensando en proyectar enormes chicles escaneados en 3D utilizando realidad espacial aumentada”. Además, en breve estará sorteando un conjunto de cinco piezas de bronce que hizo usando una pátina especial de ensalada de huevo, en las que el azufre de este producto oscurece el material y aumenta el contraste entre las áreas claras y oscuras.
Averigua más del concurso y de su trabajo su Instagram @gum_shoo.