Así como un cuadro impresionista se revela al tomar distancia del lienzo y formarse una policromía a través de manchas bastas de color, las pinturas de Pilar Fernández del Río (Santiago, 1998) adquieren sentido y significado al entender su origen y trayectoria y, de la misma manera, al alejarse un poco del soporte.
Sus pinturas son fruto de una infancia, adolescencia y juventud muy estimulada en el seno familiar. Ya de chica, su mamá, diseñadora de profesión, la ponía a ella y a sus hermanos a jugar en el taller que tenía en casa: “Dibujaba mucho y pintaba, todo a modo de juego, súper libre y haciéndolo por pasarlo bien”, cuenta Pilar. Además de materiales para pintar, también había muchos libros alrededor de la artista mientras crecía, ella se fue decantando por aquellos que acompañaban el texto de imágenes: “A mis papás les gustan mucho los libros y siempre estuvieron a mano para hojearlos en la casa […]. Siempre me fui por los libros que tienen imágenes y descripciones, de literatura nada la verdad. Hoy me pasa igual, me interesa cuando la imagen es el elemento fuerte”.
“Dibujaba mucho y pintaba, todo a modo de juego, súper libre y haciéndolo por pasarlo bien”
Más adelante, siendo más adulta pero sin desprenderse del instinto de crear por el simple placer de hacerlo, sintió atracción y curiosidad por la pintura. Esta disciplina hizo aparecer en ella cierto interés por lo formal, sin caer del todo en el sustento de la imagen referencial. “Cuando me decidí a aprender de manera efectiva, me costó elegir clases porque muchos se inclinaban por lo académico, pero yo buscaba más autenticidad en los procesos”.
Estudió Arte y pasó por la tutoría de artistas como Natalia Babarovic y Christian Yovane, pudo exponer de forma colectiva y siguió aprendiendo de los procesos, inmersa en la exploración de su propia creatividad. “Pintar era lo que siempre quise hacer, sabía que sería un desafío porque decidí hacerlo de forma rigurosa ya egresada. Ha sido un proceso intenso adentrarse en esto, porque la pintura hace encontrarse con uno mismo y enfrentarse a tomar decisiones, a hacerse cargo. Es muy satisfactorio cuando resulta, pero también frustrante cuando no, muchas veces lo he pasado mal por mi manera de ser. Todavía sigo aprendiendo de la pintura y cómo se manifiesta en mí”.
“Todavía sigo aprendiendo de la pintura y cómo se manifiesta en mí”
Pilar toma imágenes de archivos públicos y revistas, así como fotografías familiares que expresan su sentimiento de añoranza y evocan escenarios pasados, todo ello bajo una paleta monocromática o de pocos colores que, en ocasiones pareciera no ser coherente al contexto del cuadro. Aquí volvemos, de repente, al concepto del impresionismo de construir después a través de la mirada un cuadro que puede percibirse como inacabado: “Acudo a eso para describir el ambiente en paisajes o en escenarios donde la acción en la escena es secundaria, en este caso me preocupa el total visual”.
Es con esa metodología que logra formar un imaginario visual que hila sus obras, quizá no desde lo temático, pero si desde lo formal. Actualmente, Pilar explora de nuevo el valor del dibujo que no evoluciona hacia la pintura o hacia otra cosa, y ha retomado sus proyectos textiles. “Estoy explorando otro tipo de panoramas, busco algo más dinámico, que pase algo inesperado en mi trabajo”. Puedes seguirle en @pilar.fernandezdelrio