Atreverse a explorar la propia creatividad y expresarla para que el resto la observe e, irremediablemente, la juzgue, no es algo que se haga a la ligera. Quizá es por eso que, María Rojo Salazar (Santiago, 1992), crea una doble personalidad artística que se divide entre su trabajo como directora de arte en una agencia de publicidad de Berlín, y su faceta como fotógrafa, un “hobby” mucho más personal con un proceso más intuitivo.
Esta dualidad viene predefinida desde que era pequeña: su ambiente familiar estaba lleno de artistas y músicos y eso le hizo desarrollar cierta sensibilidad para apreciar el arte, pero nadie de este contexto se dedicaba específicamente a la fotografía, por lo que pudo descubrirla con total libertad.
“La exploración de la técnica y la creatividad a través de la fotografía se hacía mucho más interesante para mí, porque nadie me había dicho ni me iba a decir cómo hacerlo, era un terreno desconocido. Cuando me compré mi primera cámara análoga y revelé mi primer rollo, fue súper emocionante. Fue la primera vez que conecté con una disciplina artística desde una libertad que antes no había experimentado; dependía de mí buscar significados y sentidos, poner mi punto de vista y sentir la experiencia de ser auténtica o de moverme en un espacio menos normado”.
“Cuando me compré mi primera cámara análoga y revelé mi primer rollo, fue súper emocionante”
Sus estudios posteriores como diseñadora, su capacidad de adaptarse y, a la vez, su incapacidad de hacer planes a largo plazo, le permitió dejarse llevar y terminar trabajando como asistente de fotografía, en contacto con distintos estilos y formas de trabajar. “Aprender haciendo ha sido la mejor experiencia de mi carrera profesional: me enseñó que soy capaz de disfrutar el aprendizaje y sacarle el mayor provecho. Eso lo tomo como mi objetivo principal y lo aplico cada vez que tengo un trabajo nuevo. Es demasiado importante para mí trabajar en lugares que tienen cosas que enseñarme, más que insertarme en espacios profesionales donde hay que saber cómo se hace todo”.
Esta es la visión que aplica a su tarea actual como directora de arte, un mundo muy lúdico y expansivo que “te invita a aprender de todo lo que te gusta y lo que no te gusta”, comenta, mientras reserva su práctica fotográfica a la expresión de conceptos y visualidades más personales y subjetivas, heredadas de aquello que empezó a explorar al revelar su primer rollo.
“Es como esa cosa única mía que protejo a costa de todo. En la foto encontré una forma de relacionarme con mi historia y mi imaginación desde una especie de nostalgia infinita, que me conecta con recuerdos y deseos. A veces me pasa, aunque suene trillado, que una foto puede representar mucho mejor mis sentimientos que las palabras”.
“En la foto encontré una forma de relacionarme con mi historia y mi imaginación desde una especie de nostalgia infinita, que me conecta con recuerdos y deseos”
En otras palabras, y aunque ambas prácticas (la profesional y la personal) se nutran la una a la otra, si quieres conocer realmente a María, debes mirar sus fotos. La mayoría de estas imágenes muestran lugares vacíos o semi-vacíos, a pesar de ser recorridos y ocupados por muchas personas a lo largo del día, cuyos colores y atmósferas transmiten cierto sentimiento de calma y simultánea tensión.
“Me gusta mucho la cotidianeidad de las cosas y las situaciones, ahí creo que hay elementos de apropiación y desalienación, o de historización, que yo reconozco y valoro. […] Como observadora me fijo en eso que trasciende en el tiempo y vuelve los lugares medio anacrónicos, porque se relacionan más con la nostalgia de mis recuerdos […]. Mis fotos no tienen tanto que ver con el espacio retratado en sí mismo, sino más bien con un reflejo de mi personalidad, de mi relación con las personas (y su ausencia) y de mi búsqueda por retratar esas sensaciones […]. Por otro lado, siento que soy tímida al momento de relacionarme con personas que no conozco en el marco de la fotografía. Quizá por eso, prefiero representarlas a través de los espacios y los objetos, sin tener que establecer una relación directa con ellas”.
“Mis fotos no tienen tanto que ver con el espacio retratado en sí mismo, sino más bien con un reflejo de mi personalidad, de mi relación con las personas”
En cuanto a lo técnico, María prefiere siempre disparar en analógico por motivos sentimentales y su primera conexión con la fotografía, pero también por el proceso creativo que ello supone: “Me gusta tomarme el tiempo para observar situaciones y luego decidirme por algo que quiero fotografiar”, reconoce. Además, la estética del color saturado y el grano, es algo que le llamó la atención desde que vio, por primera vez, las fotos de algunos de sus referentes, William Eggleston, Martin Parr o Harry Gruyaert.
“El exceso de colores en mis fotos es una especie de anhelo más que de un recuerdo, hay una búsqueda de crear situaciones y lugares coloridos y saturados. Se trata de manipular un poco la forma en como recuerdo y quiero recordar, y de hacerme partícipe incluso desde esa posición de observadora que muchas veces declaro tomar”.
Actualmente, María sigue trabajando en Berlín y está involucrada también en un videoclip de larga duración para el nuevo EP de un músico alemán. Si quieres estar al tanto de su trabajo, puedes seguirla en su cuenta de Instagram @mariarojosalazar
