“Locked Up”: Milcho Pipin nos muestra el interior de una cárcel brasileña
Nadie desearía vivir la experiencia de estar encerrado en una cárcel, pero si las cosas se ponen feas, ojalá no te toque estar en una de las prisiones superpobladas de Brasil. Aunque durante los cinco días que el fotógrafo macedonio Milcho Pipin (Bitola, 1981) estuvo trabajando en su proyecto “Locked Up” en la Penitenciária Central do Estado do Paraná, no percibió una grave falencia de recursos o violaciones a los derechos humanos, unas semanas después de su contacto con los presos, se registró, en el lugar, una revuelta que terminó con la toma como rehenes de dos guardias durante diez horas. Los reclusos pedían mejores condiciones de vida debido al hacinamiento que sufren en el recinto carcelario. Por algo es que, antes de que Milcho entrara a tomar fotos, ningún otro medio de comunicación había accedido al lugar por más de 40 años. Hablamos con Milcho para que nos contara más acerca de su experiencia y sobre el proyecto.


Cuéntanos un poco sobre ti … ¿Quién es Milcho Pipin? ¿Cómo termina un macedonio viviendo en Brasil? ¿Hay algún recuerdo, experiencia, persona, situación… que haya tenido mucho que ver en el hecho de que te convirtieras en fotógrafo?
Soy un fotógrafo macedonio, mi esposa es brasileña y vivimos ya hace algunos años en Brasil. Mi primera cámara fue una Zenit rusa analógica que obtuve hace unos 20 años. En ese momento estaba trabajando como asistente de plató en «El libro secreto de los Bogomils» en 2002, del director de fotografía Thierry Arbogast. Me sorprendió su profesionalismo y su alto nivel de ética de trabajo en el set. Esa experiencia realmente me inspiró a dedicarme a la fotografía. Cuando comencé era curioso, analizaba composiciones en películas, documentales, libros, revistas, el trabajo de fotógrafos que admiraba… con todo eso gané experiencia personal. Aprendí que lo que determina las habilidades visuales de un fotógrafo es ser capaz de percibir todos los detalles en el momento de la acción. Actualmente, y después de varios años trabajando en esto, creo que todo es cuestión de observar incansablemente, de ver esos destellos sutiles, de romper los límites de la cámara, eso es lo que termina transmitiendo visualmente tu voz. Viajé por Europa, la Polinesia, el Norte, Centro y Sur de América. Hoy mi trabajo se centra en lo documental, las bellas artes y la fotografía editorial. Además, también diseño visuales.


¿Cómo surgió la idea de meterte en una prisión brasileña para hacer la serie «Locked Up»? ¿Cómo conseguiste acceder a ese lugar y fotografiar a los reclusos después de 40 años sin que los medios entraran allí? ¿Por qué no permiten que los medios entren?
Mi padre fue inspector de policía de delitos extranjeros y control fronterizo en Macedonia durante unos 30 años. Toda mi infancia lo vi investigando casos y tratando con personas de todo el mundo. Se relacionaba sin problema con gente de todas las clases sociales, eso me inspiró a fotografiar en prisión. Traté de acceder a una cárcel en Macedonia pero fue imposible. Años después, viviendo en Brasil, la idea apareció de nuevo al conocer al profesor Dr. Mauricio Stegemann Dieter, un criminólogo que podía ayudarme con toda la burocracia. Nos demoramos unos seis meses en reunir toda la documentación firmada para acceder a la cárcel. Afortunadamente, nos dieron todos los permisos. El director de la prisión nos recibió educadamente, a pesar de no saber quiénes éramos y qué estábamos haciendo allí, creo que no estaba convencido de que toda esa documentación fuera veraz. Después de algunas llamadas telefónicas y de haber verificado todo, nos permitió entrar. Nunca supimos por qué esta prisión no había permitido que ningún medio accediera durante 40 años.
“Nos demoramos unos seis meses en reunir toda la documentación firmada para acceder a la cárcel”

Probablemente tenías una idea preconcebida de lo que iba a ser este proyecto o un plan de qué imágenes querías obtener, pero ¿cuál fue tu primera impresión cuando entraste en la prisión? ¿Tu planificación cambió una vez estabas allí?
No tenía idea de qué iba a suceder exactamente, solo quería sacar fotos de la vida en prisión. El primer día, uno de los guardias reunió a un grupo de presos, les explicó por qué estábamos allí y les preguntó si querían participar en el proyecto. Vimos como todos se iban después de hablar con el guardia, no tenían ningún interés en ser parte de ello. Nos preguntamos “¿qué vamos a hacer ahora?”. Mauricio les tuvo que explicar que no teníamos ningún propósito político, que solo era un proyecto artístico que pretendía documentar la vida en prisión. Yo les dije que solo quería tomarles fotos y hacer llegar sus historias al exterior. Les enseñé mis trabajos anteriores y uno de los reclusos dijo “Bien, ¡hagamos esto!”. Entonces algunos regresaron y, una vez empezamos a hablar con ellos y a fotografiarles, se sintieron más cómodos y animaron a otros reclusos a participar. Cambió tanto la situación que incluso había más personas de las que esperábamos queriendo participar. El ánimo de los trabajadores de la prisión también cambió después de las primeras horas y nos ayudaron mucho mostrándonos el lugar y presentándonos a otros reclusos.
Suponemos que fueron cinco días muy intensos trabajando allí. ¿Podrías resumir un poco tú experiencia personal y profesional en la prisión? ¿Qué historias o cosas te impresionaron más?
La experiencia en general fue un reto. Interactuar con los reclusos, escuchar sus historias y estar rodeado de alambre de púas fue algo indescriptible, casi irreal. Fotografiar esos momentos de tristeza, desesperación, confusión, frustración e ira, hizo que este proyecto fuera aún más desafiante. Sin duda, ver a las mujeres embarazadas o con sus bebés en las celdas fue una de las cosas que más me impactó. Por ley, pueden tener a sus bebés con ellas hasta los 6 meses, después de eso, solo los ven 4 horas al día. Una de las historias que no olvidaré fue la de una chica que, realmente, no parecía pertenecer a ese lugar. Era rubia, con gafas, podría ser la mejor estudiante de cualquier clase. Sentí curiosidad por saber qué crimen había cometido. Me contó que trabajaba en un banco y su novio la convenció de robarlo juntos. ¡Tuvo a todos sus colegas como rehenes!
También hubo un comentario de uno de los reclusos que recuerdo especialmente: «¡La sonrisa cuesta menos que la electricidad e ilumina más!”


“Ver a las mujeres embarazadas o con sus bebés en las celdas fue una de las cosas que más me impactó”

Tanto los reclusos como los guardias son importantes en “Locked Up”. ¿Porqué? ¿Hay alguna reflexión o mensaje detrás de mostrar ambos lados de la historia?
Ambas partes tienen un papel en esta historia. Los guardias mantienen las cosas bajo control, son parte de la vida cotidiana de la prisión. Durante todo el tiempo que estuvimos allí, me pareció que los guardias y los reclusos tenían una buena relación. Sin embargo, vi en las noticias, unas semanas más tarde, que hubo una revuelta en la que los reclusos quemaron colchones y tomaron como rehenes a dos guardias durante diez horas. Los reclusos pedían mejores condiciones de vida. Afortunadamente, no se registraron muertes ni heridos.
¿Cuál es su reflexión general sobre el sistema penitenciario en Brasil y las personas que forman parte de él, más allá de los prejuicios?
Las cárceles brasileñas tienen una tasa de ocupación de un 165%, mucho más de lo que pueden asumir. El sistema en su conjunto es deficiente y está superpoblado, lo cual dificulta el cumplimiento de su función de reinserción. Eso explica por qué tantos prisioneros reinciden al salir. Es difícil hablar sobre el sistema penitenciario brasileño después de estar ahí solamente cinco días, la prisión parecía estar bajo control y los presos eran obedientes y trabajaban.

“Las cárceles brasileñas tienen una tasa de ocupación de un 165%, mucho más de lo que pueden asumir […] lo cual dificulta el cumplimiento de su función de reinserción”



¿En qué estás trabajando durante esta pandemia?
Actualmente estoy trabajando desde casa editando fotos y diseñando visuales.
