Camilo Ortiz (1989, Santiago de Chile), aka Taco Perdido, lleva más de una década circulando por el ecosistema artístico, tirando cables que conectan contingencia, cultura popular, fútbol y balada latinoamericana. En su obra vibra especialmente un Chile que, a finales de los 80, acababa de volver a parirse, con alegrías convulsas y un Cóndor Rojas cortándose la cara en estadios extranjeros.
Su infancia callejera parece una larga bibliografía de sujetos artísticos que, de niño, absorbió sin conciencia con sus capacidades expresivas:
“Vivía en la Villa Vista Hermosa de la comuna de Estación Central. Éramos un piño grande de amigos que compartíamos la pasión por el futbol y la música hardcore punk, que pegaba fuerte a fines de los 2000. Había dos cabros bravos pal dibujo y, seguramente, ellos fueron mis primeros referentes a la hora de copiar o tratar de imitar sus dibujos, que claramente a su vez eran copia de Ranma, Los Super Campeones, Dragon Ball y todos los ‘monos chinos’ que estaban pegando en esa época”.
“Yo estaba pegado en la cancha o en la plaza siempre jugando a la pelota. Era más callejero que la cresta”
Había inputs de trazo y forma, pero él tenía los pies ocupados con la pelota, gastando en la cancha una energía vital que años después drenaría inconteniblemente a través de las gubias. “Yo estaba pegado en la cancha o en la plaza siempre jugando a la pelota. Era más callejero que la cresta, tenía una relación cuática con estar sentado horas en la cuneta solo viendo la gente pasar, puros personajes ‘espechal’, como dice un amigo”
Hasta ahí todo juegos, tomar a manos llenas lo que la cultura dosmilera ofrecía a un adolescente. “En la adolescencia una profe del Liceo me agarró un día y me dijo, oye, ¿te quieres inscribir en Balmaceda 1215?, y yo dale, sin saber bien a qué cresta iba. Llegué y me encontré con un taller de dibujo y desplazamientos”. Eso bastó para decidirse por el arte. Aunque es muy buen chef, y sueña con estudiar cocina algún día. “Si alguna escuela de cocina lee esto, me llaman y les pago en obras. Imagínate haciendo unas tortas futboleras de calidad”.
La obra actual de Taco Perdido es mayoritariamente xilográfica, una técnica en la cual se talla con gubias una matriz de madera que después es entintada como un timbre, e impresa en papel u otros soportes. “Había dos cabros, el ‘Moreno y el Flawers’ los caché en el Taller de Grabado y les pregunté qué era eso del grabado, me dijeron ‘dibuja algo ahí y tállalo’. Agarré papa y de ahí nunca más deje de tallar […]. El grabado es sin duda la técnica artística que más me emociona y me ha entregado un montón de felicidad, un lugar tan seguro y hermoso”.
“El grabado es sin duda la técnica artística que más me emociona y me ha entregado un montón de felicidad, un lugar tan seguro y hermoso”
Una de las técnicas de grabado más intrincadas es la reductiva, usada para lograr una imagen en capas de colores con una sola matriz. De esta manera, al tallar la madera en cada capa de color, la matriz no puede ser reutilizada, se pierde. “Me gustó ese nombre, ‘Taco Perdido’, entre el romanticismo de la técnica y esto de andar perdido. Siempre perdido”.
Su intensidad al percibir el mundo que le rodea se combina con la potencia propia de la xilografía, pero también en la curatoría de sujetos que componen la obra de Taco Perdido. El lenguaje es directo, transversal, porque viene como le vino la vida. “Es como un fin de semana en la Vista Hermosa del año 2002. Me despierto temprano, acompaño a mi viejo al persa, pasamos por la feria y ya te empapaste de cancioneros y de comidas populares. Llegaste, tu vieja tiene la radio y suenan unos románticos que se te quedaron grabados. Su pichanga con los cabros por la tarde y te creí Zidane o Kaka. Vuelvas a la casa y rematas viendo sus monos japos. En un solo día ya consumí todo lo que evoco hoy en día”. Entendiendo que existen códigos en el mundo artístico, prefiere ir de frente con el tema y la forma, en bruto, y no “venderle la pescá a nadie”.
Buscando un resultado técnico y estético, en 2013 crea su primera obra vinculada al fútbol, como regalo para su padre.
Posteriormente, esta obra formaría parte de una serie de 23 piezas llamada “Finales”. A partir de ahí, solo creció:
“Son ya casi 12 años trabajando con el mismo imaginario y sin duda hay cosas que aparecen todos los días, he pasado a hacer series de penales, últimos goles de mundial, barras, personajes icónicos y episodios memorables del fútbol”.
“Estoy tratando de armar redes con artistxs que trabajen con futbol pa que pasen cosas, siento que si a un colega le va bien nos sirve a todos”
Taco encuentra hoy un sector del arte que referencia al fútbol con soltura, y reconoce que ahora sí hay terreno fértil para colaborar: “Estoy tratando de armar redes con artistxs que trabajen con futbol pa que pasen cosas, siento que si a un colega le va bien nos sirve a todos”. Este arte más pop, más desprejuiciado que entra en onda con la balada romántica noventera y con las camisetas de sus clubes. Referentes contemporáneos como Enrique Flores y colaboraciones que se abren a la efervescencia de la IA con Lukas Kalmar, germinan en instancias organizadas por él y que reúnen arte, publicaciones y patrimonio, como el caso del lanzamiento de la revista Revancha.
A nivel de materiales, Taco Perdido ha encontrado durante la pandemia otros soportes con los que experimentar, como la pintura y el bordado, logrando preservar la intensidad de su carácter en el grabado. Se terminan cruzando la pintura y el grabado, el new age y la cancha, madera, tela y hasta pasto sintético. “Tengo hartas ideas revoloteando, pero me gustaría armar la Bienal de Fútbol y Arte. Que la curatoría la arme Pinilla con Mago Valdivia, como van las cosas, uno nunca sabe. Que las lucas las suelte la ANFP. No estaría nada de mal, y fijo que la vería más gente que la que entra al Bellas Artes o al MAC en un año”.
Puedes seguir su trabajo en @taco_perdido
Fotos por @frrancesqo