Los trabajos de Francisco Belarmino (Illapel, Chile, 1988), son tan similares como distintos. Lo que los unifica es el concepto que los genera y que habita en la mente del artista: cuestionar las imágenes en tanto que son producidas por unos medios de producción y expuestas en dispositivos que determinan no solo qué vemos, sino también cómo lo vemos. Lo que las distingue, además de lo obvio (un formato o soporte distintos, o lo más concreto y formal) es que la persona que percibe estas imágenes es siempre diferente a otra, por lo que habrá tantas formas de sentirse interpelado por una obra como personas la vean.
Aquello que construye el cuerpo de obra de Francisco, lo similar, la puesta en duda de la realidad más evidente (y fotográfica), parte de una exploración muy íntima alrededor de su creatividad, que primero fue reprimida y, más tarde fluyó hasta llegar a convertirse en el origen de todo.
“Cuando era chico siempre me sentí vinculado con una parte más femenina, eso me permitió desarrollar una creatividad que hoy puedo leer desde una arista más artística y ser más sensible en todo sentido. En la medida que crecí, lo fui apagando, por todo lo que se nos impone desde la cultura, el estado, el mercado, los imaginarios con el que cargamos, y que vivimos. Cuando decidí volcarme al arte volvió a aparecer con fuerza. Ya manifestaba mi homosexualidad abiertamente, quizás no en el arte directamente, pero sí con una mescolanza entre un descontento con la realidad, sus capas y distancias y unas ganas mover algo, hacer algo con eso. A lo largo de mi camino han sido grandes mujeres del arte y de la teoría, las que han sido mis maestras. Estaré eternamente agradecido con ellas”.
“Cuando era chico siempre me sentí vinculado con una parte más femenina, eso me permitió desarrollar una creatividad que hoy puedo leer desde una arista más artística”
Los inicios de esta exploración personal, fueron en la fotografía, pero se movió rápidamente al video y a las instalaciones multimediales, dando más protagonismo a las “problemáticas de la imagen” como dispositivo o activador que abre caminos entre formas y técnicas artísticas, que a los medios utilizados para estudiarlo: “Finalmente, son agentes programáticos que desde su ciencia y sus gestos nos posicionan como usuarios, espectadores, consumidores, productores, o simplemente personas que experimentamos. Una vez que logramos ser conscientes de eso podemos movernos entre esos roles y otros más”.
Debemos aceptar que vivimos en una tecnocracia, en un espacio saturado de imágenes y pantallas, de dispositivos que tratan de imitar y superar nuestra inteligencia, pero no verlo como algo que nos distancia de nuestra condición humana, sino como algo que forma parte de ello. Esta es la tesis de Francisco: “Ante esta situación actuamos o desde el miedo (nos cerramos y no cuestionamos, olvidamos y seguimos adelante) o desde la creatividad (abrimos la posibilidad de detenernos, observar y cuestionar). En eso pienso cuando tengo la convicción de los que los trabajos artísticos deben interpelarnos. […] Hay algo importante con la experiencia que genera algo genuino, que toca alguna fibra, o algún recuerdo. Ahí el mensaje, dirigido o no, lo construyen quienes ven o se enfrentan a los trabajos”.
Capturas de «Videowalls» (2021)
“Tengo la convicción de los que los trabajos artísticos deben interpelarnos”
Estos planteamientos encuentran su forma en proyectos como “Punto de Fuga – Videoesferas”, en su parte I y en la II. Los conceptos que los articulan surgen del filósofo y escritor francés Régis Debray, quien establece que vivimos en una videoesfera, es decir, una era en la que una imagen es más fácil de producir que un discurso, sin embargo, esta cultura visual no depende de las imágenes en sí mismas, sino de “la tendencia moderna a plasmar en imágenes o visualizar la existencia”. En definitiva, las imágenes que vemos y demandan nuestra atención son un reflejo de nosotros mismos, y eso nos causa placer, culpa y deseo, entre otras cosas, pero no podemos escapar ni dejar de ser un “input para este flujo”. ¿O sí?
“Trabajar con una pantalla esférica, que, a diferencia de las pantallas planas ofrece una corporalidad, un volumen, una forma que posibilita el movimiento, el acercamiento, el ver de cerca, de lejos, el tocar, el escuchar, de una manera diferente; no te permite a ti como persona que interactúa con ella escapar de ese flujo del que hemos sido siempre sujetos activos, pero sí desviarlo hacia otros lugares en el que podemos actuar diferente, tener otra disposición”.
En Punto de Fuga I, se muestra una vista cenital de la primera línea enfrentándose a la autoridad durante el estallido, es una ficción real y concreta, pero, como comenta Francisco, una ficción al fin y al cabo: “Desde el momento en que se instala una cámara comienza esa ficción. Se puede discutir el valor documental de algo, pero no se puede negar el plano de la subjetividad de quién graba, por tanto, de quién mira también”. En Punto de Fuga II, una pantalla también esférica pero, esta vez, pendulante, muestra imágenes del interior de un cuerpo trabajadas con una inteligencia artificial, con sonidos creadas por un humano: “Compongo una experiencia visual y sonora que de alguna manera intenta ‘dialogar’”.
“En este tiempo en que las personas producimos más imágenes que textos, la Inteligencia Artificial nos está pidiendo escribir. Es decir, expresar con palabras lo que queremos o deseamos”
Mencionado el uso de la Inteligencia Artificial como herramienta creativa, el artista destaca su curiosidad por las distintas percepciones que ha tenido de este recurso: la IA como creadora de archivos que cuestionan el valor histórico, social y cultural de las imagenes, la IA como generadora de imágenes distópicas y/o utópicas y la IA como creadora de una realidad cuya veracidad es también puesta en cuestión. “Lo que me parece interesante también es que, en este tiempo en que las personas producimos más imágenes que textos, la Inteligencia Artificial nos está pidiendo escribir. Es decir, expresar con palabras lo que queremos o deseamos. Ahí aparece un problema de imagen-texto que puede volver a ser importante en la producción del arte contemporáneo”.