“Archivo Muerto”: El tesoro fotográfico recuperado por Andrés Orjuela
Para quienes visitan a menudo ferias populares o mercados de pulgas, el refrán “la basura de algunos es un tesoro para otros”, se convierte en un mantra mientras su mirada escarba entre los miles de objetos que esperan un nuevo dueño, otro uso y una segunda vida en nuestra sociedad consumista. Pero todo asiduo a estos lugares y sus hallazgos sabe que, para encontrar algo, primero hay que desearlo. Eso le ocurrió al artista visual Andrés Orjuela (Bogotá, 1985) quien, tras encontrar una foto de un periódico de nota roja, descubrió una beta que lo llevaría a un gran tesoro visual. Todo ello compone actualmente el proyecto “Archivo Muerto”, una resignificación formal de imágenes de la convulsa Bogotá de décadas anteriores.



Por el año en que naciste, parece que te tocó vivir en el Bogotá violento de la cultura narco de Pablo Escobar. ¿Cómo fue crecer en ese contexto? ¿Tienes algún/os recuerdo/s del momento que haya determinado tu trabajo actual?
Nací en 1985, un año muy catastrófico para Colombia porque ocurrieron varios eventos violentos que influenciaron mi mirada artística, como la toma del Palacio de Justicia por parte del grupo guerrillero M19, el cual era financiado por Pablo Escobar y que terminó con un sangriento enfrentamiento con el ejército colombiano cuando quisieron recuperarlo, dejando como saldo varios magistrados, empleados y guerrilleros muertos. Ese mismo año ocurrió la tragedia de Armero provocada tras la erupción del volcán Nevado del Ruiz, que dejó veinticinco mil muertos. A finales de año fue el terremoto en México, país que habito hace doce años, y que dejó cicatrices que se abrieron en el 2017 cuando la tierra volvió a moverse. Crecer en esos años no fue nada normal, todas estas cosas quedaron grabadas para siempre en mi mente y lamentablemente se siguen repitiendo, porque la tragedia es un signo que habita en Colombia.



En tu web comentas que tu obra “dialoga con investigaciones en torno al consumo de imágenes violentas, la memoria y la cultura de masas”. ¿Cómo relacionas esas ideas en tus proyectos, tanto conceptualmente como concretamente en la estética?
Toda mi producción plástica está mediada por mi subjetividad y por el contexto que me tocó vivir, de manera que la sentencia “todo arte es político”, es una idea a seguir a pie juntillas porque el arte debe tener siempre un carácter crítico. Durante mis años de formación me comprometí del todo con mis ideas y proyectos. La investigación para una obra de arte es igual de sustanciosa que una académica y es por eso que mi obra y mis estudios de maestría y doctorado siempre estuvieron de la mano y ahora se complementan con conferencias, espacios dónde puedo presentar mis investigaciones. El mejor ejemplo seria mi tesis de maestría “La narco decapitacion y su presencia en el imaginario visual contemporáneo en México. Análisis de la difusión mediática de la violencia”, del cual se desprendieron varias obras, como “Goliat” y “Alarma!.jpg”.




“La sentencia ‘todo arte es político’, es una idea a seguir a pie juntillas porque el arte debe tener siempre un carácter crítico”

¿De qué idea inicial surge “Archivo Muerto” y cómo logras acceder al material fotográfico de “El Espacio”? ¿Qué tipo de imágenes componían ese archivo en bruto?
Todo comenzó cuando un comerciante de antigüedades de Bogotá me regaló una fotografía en donde se podía apreciar a un traficante de marihuana llamado Jesús Cifuentes Bautista detenido en 1966, que posaba junto al decomiso. La fotografía originalmente le pertenecía al periódico “El Espacio”, un medio de nota roja que había quebrado años atrás y que, tras la venta del edificio que ocupaba, botaron todo su archivo fotográfico a la basura. Éste fue rescatado por un reciclador y después vendido al comerciante de antigüedades que me regaló la foto de Jesús.
Durante casi un año, la foto estuvo colgada y enmarcada en mi estudio en México y, ante una invitación para exponer en Colombia, comencé a pensar en relacionar mi país de origen con el trabajo acerca de la nota roja en México que había desarrollado en los últimos años. Contacté al comerciante de antigüedades y le pregunté si estaba dispuesto a venderme parte del archivo que había conservado como colección personal. Aceptó mi ofrecimiento con dos condiciones: la primera es que me regalaría las fotos que él quisiera sin posibilidad de elegirlas, y la segunda, que el pago sería con una obra de mi autoría. El trato me pareció justo así que me entregó una carpeta con unas 200 fotografías de todo tipo, de las que realicé un proceso de curatoría que conformó el corpus de “Archivo Muerto”.



En este proyecto haces un gran trabajo de resignificación de las imágenes. ¿Por qué decides intervenir las fotografías? ¿Qué valor les agregas al pintarlas y manipularlas, a la vez que mantienes cierta intención documental al mencionar los nombres e historias de cada una?
Algunas fotografías de “Archivo Muerto” quedaron individuales, con otras hice trípticos y otras decidí intervenirlas directamente. Muchas de las fotografías son en blanco y negro, por lo que desconocía el color original cuando fueron tomadas, eso hace que el color se vuelve una herramienta conceptual porque me permite contar mi historia desde un índice subjetivo. Conservé la técnica tradicional de iluminación con el óleo y el algodón en lugar del pincel no solo por la nostalgia en el proceso, sino también para resaltar la tonalidad original de la época y proponer un color basado en los tonos pasteles de las postales románticas para este álbum del crimen. Revelar la historia que cada fotografía tenía en su reverso, además del autor, fue fundamental para comunicar la experiencia que yo tuve al momento de acceder a ellas. Esta pista le permitirá al espectador de “Archivo Muerto”, resolver el crimen.





“El color se vuelve una herramienta conceptual porque me permite contar mi historia desde un índice subjetivo”
Uno de los formatos en el que circula el proyecto es a través de un fotolibro. ¿Qué valor encuentras en este formato? ¿Crees que logra contener toda la esencia de la obra?
El fotolibro busca revivir la experiencia que yo tuve al recibir la carpeta con las más de 200 imágenes completamente desordenadas. Las argollas del lomo invitan a ser abiertas y, así, desplegar las imágenes sobre la mesa y descubrir trípticos y asociaciones distintas o iguales a las originales. Siempre quise alejarme del formato tradicional que tiene el “catálogo de obra” para que el lector pudiese obtener la experiencia completa y original y es también por eso que cada imagen conserva su tamaño real y el color de las obras originales. El fotolibro es también una forma eficaz de conectar a más personas con “Archivo Muerto”.
En una presentación vía zoom comentaste que varios coleccionistas te habían ofrecido dinero por las copias originales de las fotografías. ¿Pensaste alguna vez que algo que iban a botar se convirtiera en algo tan deseado? ¿Qué reflexión haces al respecto?
Soy coleccionista desde niño y mi primera obsesión fueron los dinosaurios. Creo que este impulso de rescatar objetos desechados viene de mi padre y creo que tiene que ver con el conservar algo para ti, porque tiene una relación con tu experiencia de vida. Cuando veo material fotográfico de calidad, se activa en mi un ojo Benjaminiano que me permite rescatar y obturar nuevamente esa fotografía con un segundo momento, ya no en la cámara ni en el dedo que dispara, sino en encontrar, en estas imágenes ya desechadas, joyas perdidas en el tiempo.



Además de estar terminando el doctorado en México, cuéntanos, ¿en qué proyectos estás trabajando ahora y cómo vives el encierro? ¿Qué futuro le auguras a las disciplinas artísticas post-pandemia?
El encierro me encontró en un momento muy productivo y emocionante porque estoy empezando un nuevo proyecto que nació de mis visitas a los mercados de antigüedades. Allí compré dos colecciones de un maravilloso set de monstruos clásicos del cine, así que he empezado a investigar sobre el cine de terror clásico. Inicié una serie de pinturas al óleo a partir de fragmentos de las películas y, mientras pintaba un cuadro de King Kong, empezó la pandemia, lo que detonó en mí una serie de consideraciones conceptuales que me hicieron pensar que todos ahora estamos en una película de terror. Los artistas somos testigos de nuestro tiempo y, sin duda, habrá espacios para obras que reflejan este momento. Este año está siendo muy crítico y el arte sabrá reflejar la esencia de ello. Es importante estar atentos a esas voces que pueden guiar nuestra mirada y asumir siempre una responsabilidad sobre nuestra obra. Hoy cada uno de nosotros está siendo responsable del bienestar colectivo, la mayor obra en este momento es la solidaridad y la empatía con el otro.


