En Iquique, vivió su adolescencia noventera, llena de gente, hip-hop y en un ambiente estético parecido al de los videoclips de rap de la época. Mauricio Soto (Iquique, 1983) siempre fue un observador, un buen oyente, y fue esa timidez la que lo llevó a buscar otras formas de comunicación, convirtiendo la labor creativa en parte esencial de su camino. Así fue como, durante aquellos años en el terminal, se acercó al graffiti, luego a la arquitectura y, hoy en día, al mundo de las microeditoriales y la fotografía.
Al llegar a Santiago, esos intereses gestados en el Norte comenzaron a fusionarse con la fotografía, y los proyectos universitarios le abrieron nuevos horizontes de exploración.
“Siempre mis maquetas, láminas o proyectos estuvieron ligados al graffiti, a lo liminal, a los lugares abandonados, a lo simple. De hecho, uno de los proyectos de taller que más recuerdo fue un museo basado en la obra de Gordon Matta-Clark, ubicado en un terreno inhóspito de Valparaíso. Me marcó mucho poder fotografiar esos lugares y rincones para poder entenderlos”, nos cuenta Soto. Desde sus días en la ciudad, la fotografía comenzó a acompañarlo, mostrándole un modo de vida diferente a medida que pasaban los años y evolucionaba su relación con el Parkinson.
“Hoy a la fotografía la veo como una compañera, una excusa, un soporte. Diferentes aspectos de mi vida han ido moldeando mis trabajos o formas de hacer fotografía, el amor, una ruptura importante, el trabajo, mi salud, etc. El Parkinson me hizo ser más pausado y agradecido en la fotografía”
“Hoy a la fotografía la veo como una compañera, una excusa, un soporte”
Si bien el artista ha vivido en ciudades como Santiago e Iquique, la conexión con la naturaleza está presente en su trabajo. Hay una constante presencia de lo inhóspito, de lo desértico, tanto de forma literal como en la lógica de sus composiciones. Los paisajes desolados, el viento y el polvo desbordan los sistemas que él mismo ha creado, conectando su pasado con su presente, el silencio absoluto del Norte Grande y el bullicio callejero de las urbes.
“Iquique es algo que siempre representaré. Creo que la gente de regiones tan lejanas al centro lo entienden. Me parece interesante está dicotomía que para mí hay entre la ciudad y el desierto, las separo de alguna forma. Por un lado, Iquique es mi origen, mi infancia, lo relaciono más al archivo. Un pasado más caótico y a un lugar al que pertenezco, pero a la vez no, es lo que me impulsa a registrar y a moverme hacia la pampa. Iquique es más ruidoso, más habitado, hay más movimiento, más colores, el desierto es todo lo contrario”.
Soto nos cuenta que el paisaje desértico que lo acompañó desde sus primeros recuerdos ha influido en su proceso de creación artística a través de la fotografía, planteando nuevos engranajes que se extienden a sus proyectos y a su forma de vida.
“Hay un respeto a esta simplicidad de elementos que me hacen retratar el desierto, es un desafío poder componer y comunicar con tan poco. Hago la similitud de Iquique con una foto más rápida, más invasiva, en la que no me involucraba emocionalmente, cuando partí. En ese momento usaba más una análoga de bolsillo, todo automatizado. La madurez en mi trabajo fue girando paulatinamente a una foto más íntima, hacia el desierto, que me hacía más sentido y me desafiaba cada vez más”
“Trato de componer con lo mínimo, en mi subconsciente debo pensar que todo es un elemento de un gran desierto”, explica el artista al referirse a sus fotografías.
“Trato de componer con lo mínimo, en mi subconsciente debo pensar que todo es un elemento de un gran desierto”
Soto entreteje un puente en sus composiciones minimalistas con el ritmo característico que le permite la fotografía análoga. Nos explica que hay algo en el hecho de tener que regular una gran cantidad de parámetros en la cámara sin tener certeza alguna de cuál será el resultado. Así, la composición y el resultado parten y terminan en una gran incertidumbre, lo que ha llevado al artista a entender este método como un largo proceso, donde incluso la imagen puede olvidarse durante un tiempo. “Si me produce algo cuando saco una foto, un recuerdo, un fantasma, siento que voy por un buen camino”, explica.
El artista también tiene un interés por plasmar estos procesos, incluso aquellos que se alejan de la fotografía, en su proyecto “Maquetas”, donde archiva a mano y de forma digital los procesos de armado de fotolibros, publicaciones independientes y proyectos personales. “‘Maquetas’ surge de mi interés por probar nuevas formas de representar, de la inconformidad que tengo con la imagen final como resultado. Me gusta desbordar los límites de la fotografía. Es muy intuitivo y libre, es una necesidad que tengo por materializar los procesos; generalmente, lo que se muestra es el resultado final y no el camino que te llevó a eso”, explica.
“‘Maquetas’ surge de mi interés por probar nuevas formas de representar, de la inconformidad que tengo con la imagen final como resultado"
“Muchas veces me interesa más una maqueta que la publicación final”, nos cuenta Mauricio Soto, quien señala que el proceso de maquetaje le sirve como un ejercicio diario para mantenerse en movimiento debido al Parkinson. Este proyecto implica muchas etapas, pasos físicos y manuales que requieren esfuerzo, concentración y perseverancia, todo sin saber el resultado. En estos momentos, el artista nos explica que suele tomar archivos antiguos o documentos familiares, que va complementando y escaneando junto a sus fotografías y las imágenes que tiene en el celular. Se trata de una mezcla constante, intervención y procesos de impresión y digitalización, a los que le cuesta poner fin, sumido en una especie de trance editorial.
“Muchas veces me interesa más una maqueta que la publicación final”
“Soy un gran adicto a escanear e imprimir mucho, me interesa el archivo personal de los objetos que nos acompañan, los registro casi como evidencias. Me imagino a alguien en 200 años más encontrando fotos de mi archivo, así como nosotros encontramos fotos de hace 200 años atrás y nos maravillamos con detalles que en ese momento a nadie le importaban. Compartir mi proceso me ayuda a darle ese sustento previo a una publicación, es una forma de ir soltando los proyectos yo creo”.
Esta pasión por el escáner y la autoedición lo reunió con Pablo Selman, quien lo invitó a colaborar en la microeditorial PRECARIO. “Pablo comenzó con la necesidad de publicar desde el ‘libro de artista’, el objeto único, con un enfoque en la materialidad y métodos más artesanales. Hablamos sobre la tradición y la historia de los lugares o personas, los viajes, el habitar, las relaciones con el territorio, etc.”.
Fue entonces cuando a Soto se le abrió la posibilidad de publicar un libro llamado “83”, que trata sobre el regreso a un lugar conocido y que está hecho en un 90% a base de trabajo manual. Cada copia es única, con portadas pintadas una a una con spray.
Soto nos habla de la poética detrás de este tipo de publicaciones, de su ritmo pausado y de su universo de posibilidades creativas: “En lo personal, creo que este tipo de publicaciones no obedece casi a ningún factor externo, por lo que el grado de experimentación es casi infinito; solo hay que saber regular el tiempo y los factores económicos. De hecho, lo que hicimos con PRECARIO fue eso. Y esto se conecta con la posibilidad que tengo de no solo pasar las fotos al computador, editarlas, componer páginas, imprimirlas y encuadernarlas. Puedo romperlas, pintarlas, juntarlas, pegarlas, imprimirlas con otros métodos, otros papeles, probar otros materiales en la portada, etc.”
El artista concluye que la fotografía no representa un final en sí misma, sino, al contrario, para Soto es la base de su trabajo: “Es el inicio de un camino, una primera palabra”. La imagen, el texto y la materialidad son recursos que se nutren mutuamente sin jerarquías: “Al igual que cuando uno siente que le faltan palabras para decir algo o expresar una idea, y lo explica con un esquema en cualquier papel, en cualquier superficie, o hace un gesto con la mano. Todo eso es comunicación. Para mí, esto tiene una relación directa con el graffiti, que fue mi forma primitiva de expresarme. Estos tres puntos están ahí: la imagen, las letras y el muro. Y lo sigo haciendo con la fotografía”.
Mirando al futuro, Mauricio nos cuenta que está trabajando en varios proyectos personales actualmente y también como co-editor de LTRGO-ED en un proyecto sobre los procesos de su enfermedad, su regreso a Iquique y la fragilidad de la vida.
“Toca el archivo, el retrato, los paisajes, el tiempo, los lugares, la religión. En que cada imagen es un documento. Es mi primer libro más formal y de varias copias, tengo mucho miedo, pero espero que salga todo bien y que la gente se interese”.
Finalmente nos cuenta que seguirá trabajando en sus maquetas, armando y desarmando al igual que en su fotografía, pero siguiendo un ritmo más pausado como el de su enfermedad y el de los florecimientos desérticos: “El Parkinson ha condicionado gran parte de lo que hago, en varios aspectos. Mi forma de mirar y fotografiar ha madurado, los proyectos que busco son más lentos, más seguros, más tranquilos”.
Conoce más de su trabajo en @ogmsoto



