Entrevista a Chris Malebran: “Cada combate de boxeo es una historia, un drama sin palabras”
Probablemente el libro Soul del fotógrafo ariqueño Chris Malebran (1982) sea el primer libro en la historia nacional que logre plasmar en imágenes un deporte tan trágico como la vida misma: el boxeo. La propuesta nos traslada a Arica, a sus boxeadores y a sus historias: gimnasios de luces bajas, guantes gastados, protectores bucales con sangre, puños callosos y cuerpos adoloridos. Muchos de los boxeadores de este ensayo visual aún son anónimos, pero unos pocos pueden ser reconocidos, como Freddy Chura, un joven boxeador que no pudo esquivar los “golpes” provenientes de una mala decisión y ahora cuenta su historia desde la cárcel.
Chris Malebrán es hábil con la narrativa, entre golpe y golpe se asoman sombras proyectadas en el desierto, recuerdos personales del autor y petroglifos sobre el ring. Todo ello representa la historia misma del deporte en el norte de Chile. En un constante ir y venir, las fotografías se alejan de la clave documental y ofrecen la mirada más personal del autor. ¿Contra quien pelea Chris? Quizás contra nosotros, quizás contra él mismo.
Para contextualizar un poco, cuéntanos acerca de la tradición pugilística que existe en Arica y algunos de sus hitos.
Durante los años 20s y 30s la actividad tuvo su máximo esplendor en Arica. Cada vez que llegaba al puerto un barco proveniente de alguna parte del mundo, se organizaban peleas en un local ya extinto de la calle Thomson. Por esos tiempos, dio que hablar el boxeador local, Luis “Pequeño Coloso” Viaccaya y, varias décadas después, fue Ricardo “Dinamita” Toledo quien, como pocos en el oficio, fue profeta en su tierra y llegó a ser campeón mundial el año 92 ante ocho mil personas en el estadio mundialista Carlos Dittborn. También podría destacar en la historia reciente a Freddy “El Guerrero” Chura, quien, a pesar de tener un extraordinario talento, sus malas decisiones detuvieron su carrera en ascenso.
Actualmente hay cinco clubes activos en la ciudad y alrededor de cincuenta personas practican el deporte, en su mayoría provienen de la periferia y ven en el boxeo, una forma de destacar y mostrarse a la sociedad a pesar de que es un deporte bastante invisibilizado por el Ministerio del Deporte. Es destacable que cada club tiene un público muy fiel, que apoya las diferentes actividades que se realizan. En la actualidad, creo que Pedro “Látigo” Torres podría dar que hablar en el futuro cercano.

“Siempre tuve la inquietud de dejar un registro histórico de un deporte que tiene poco archivo fotográfico”

¿Qué te motivó a registrar un deporte como el boxeo?
Cuando era pequeño mi mamá vivía a una cuadra de un gimnasio donde se practicaba box y, cada vez que la iba a buscar, pasaba por ahí cerca y a veces me quedaba mirando o iba a las peleas que se organizaban. Pasaron los años y, a pesar de que no lo practico, siempre tuve la inquietud de dejar un registro histórico de un deporte que tiene poco archivo fotográfico. El acceso no fue difícil, me recibieron de forma generosa y me dieron todas las facilidades para hacer mis registros.
También me motiva la psicología del boxeador, como dice Joyce Carol Oates, “el boxeador ha de aprender de algún modo […] a inhibir su propio instinto de supervivencia”, ese que nos hace retirarnos cuando se aproxima el peligro, el que nos hace apartar la mano cuando algo quema, el que desata en nosotros reacciones imprevisibles en situaciones inesperadas. El boxeador lo inhibe y se lanza contra ese instinto, se enfrenta al dolor y a la posibilidad de la muerte, eso es lo que me hace querer registrarlo.
Hay varios boxeadores en tu registro fotográfico, sin embargo Freddy Chura tiene una historia bien particular. ¿Nos cuentas un poco más acerca de él y su trayectoria?
Freddy es uno de los personajes que siempre quise retratar. Proviene del valle de Azapa, lugar de estribaciones fértiles, de padre boxeador. Inició su carrera en el gimnasio “Boxing Club Arica” de Juan Insunza, donde había una pared con muchas fotos de Freddy que llamaron mi atención.
La etapa amateur de Freddy solo acumuló victorias, 65 peleas, 63 victorias y en el 2006 decide emigrar a Europa con sus propias medios para continuar su carrera en ascenso. En el viejo continente continuó cosechando victorias, 11 peleas, 11 victorias, hasta que lamentablemente, en 2014 recibió una condena de 15 años por tráfico de drogas. En una velada de box me presentaron a la esposa de Freddy y ella fue la que me ayudó para visitarle en la cárcel de Acha, en Arica. De la primera visita se sucedieron varias más, a través de las que pude conocerlo en profundidad y enterarme que, en el interior de la cárcel, continúa entrenando y también dirige una escuela de box con 10 alumnos reclusos. Freddy es un eslabón perdido dentro de esta historia, un referente ariqueño que, según sus palabras, aún desea ser campeón del mundo en su categoría.



“El boxeador se enfrenta al dolor y a la posibilidad de la muerte, eso es lo que me hace querer registrarlo”
¿Cómo fue crear el foto-libro en un lugar tan apartado como Arica?
Siempre ha sido difícil vivir en Arica por la lejanía de la capital. Nos sentimos super aislados en general y, en cuanto a las producciones culturales, a pesar de ser fértiles en la región, cuesta mucho difundirlas y darlas a conocer. En Arica no hay centros culturales para exhibir, así que nos asociamos con algunos colegas de Perú y Bolivia para crear un festival de fotografía. Otra problemática tiene que ver con la oferta, ya que en Arica no hay buenas imprentas como para producir un libro de calidad, así que nos sale más económico imprimir en Perú e ingresar los libros a Chile, que mandarlos a imprimir a Santiago.
Trabajar a distancia este proyecto fue complejo por la comunicación, prácticamente todo fue a través de Skype, con excepción de un par de almuerzos en Santiago en donde coincidimos con el editor de la editorial La Visita, Miguel Ángel Felipe y el diseñador Gustavo Navarrete. A pesar de todo, vía Skype empezamos a mantener una línea comunicacional para ir hilando las cuerdas de Soul a través del análisis de las imágenes. La edición a distancia también fue una pelea, así que decidimos dejarla en el round 3, como hojas de contacto y recuerdos del proceso de creación.
¿Qué fuentes de inspiración o referentes tuviste para realizar tu proyecto Soul?
Recién iniciado el proyecto, comencé a buscar referentes del mundo literario como Joyce Carol Oates, Hemingway, Jack London y también autores locales que me ayudaran a encontrar esa imagen que me permitiera representar el imaginario del box, esa bestia del polígono de ángulos rectos. Al fotografiar, escuchaba Miles Davis y, al trabajar las secuencias, lo hacía según la música. El primer obstáculo que tuvimos con el editor, fue salir del cánon clásico del documental en el box, con esas líneas claras y evidentes, nos propusimos trabajar con tiempo y espacio, también están presentes en la música.

“Quise intervenir el desierto con boxeadores en un afán de plasmar la lucha continua que sufre este extremo de Chile”

Hay fotos del desierto ariqueño en el relato del libro que acompañan la narrativa. ¿Qué representa para ti el desierto en la historia?
Sombras sobre la arena, geoglifos del desierto de quienes somos nosotros acá en esta basta y lejana frontera tripartita árida y fría. Mi madre proviene de las salitreras del desierto del norte, por ende, el norte y el escenario desértico siempre ha sido mi hábitat. En Soul quise intervenir el desierto con boxeadores en un afán de plasmar la lucha continua que sufre este extremo de Chile, y la desidia por parte de las autoridades locales en un desierto que está en constante conflicto.
Hay varios textos en el libro que sustentan el registro fotográfico. ¿Qué dirías que aporta a Soul la palabra escrita?
Quizás sea porque para boxear hay que empuñar la mano de igual forma que para escribir, esta hermandad de oficios fue la que mantuvimos; una gana por el nocaut y la segunda por puntos, fe y testimonio. Cada combate de boxeo es una historia, un drama sin palabras, único y sumamente condensado.



El editor Miguel Ángel Felipe menciona en el epílogo que peleas contra un rival ilusorio. ¿Podrías profundizar en esa idea? ¿Quién gana la pelea?
La pelea es con el lenguaje, con la palabra esquiva, con el bestiario que persigue en cuadros de ansiedad, es el miedo a perder y la injusticia que vemos en un país. Este país. Ese rival que ya no es tan ilusorio. Sabido es que la violencia del verbo causa dolores más profundos y persistentes que las luchas cuerpo a cuerpo que se suscitan día a día. Es un round de infinitos segundos.
